Es un receptáculo, generalmente tallado en piedra, que se destina a contener un cadáver.
La palabra sarcófago proviene del latín sarcophagus, que se a su vez proviene de la palabra griega σαρκος – φαγος que significaría “el que devora la carne”. Esta curiosa definición tiene una explicación: los primeros sarcófagos que construyeron los griegos fueron hechos en una especie de piedra calcárea muy porosa, lo que provocaba que al aislar poco, los cadáveres se consumían bastante rápido.
Muchos de estos sarcófagos, al estar hechos en piedra, se construían para permanecer de manera visible en templos o mausoleos, por lo que solían estar tallados y decorados.
Quizás al hablar de sarcófagos el primero que se nos venga a la cabeza es el de Tutankamon: este estaba elaborado en cuarcita y en su interior albergaba tres ataúdes, a lo muñecas rusas, además de la momia del faraón.
Estos recipientes fueron utilizados por los diferentes pueblos a lo largo de la historia, tanto por giregos y egipcios ya mencionados, como por los etruscos que los construían en terracota o los paleocristianos, antes de tomar la costumbre de hacerlo en sepulcros, también los construían representando en ellos escenas de los albores del cristianismo. La mayoría de los sarcófagos romanos fueron diseñados para ser colocados contra una pared, por lo que solo suelen tener tres de las caras talladas.
En la Edad Media la moda fue elaborarlos para los monarcas y personas ilustres con una reproducción del fallecido sobre él como si estuviese durmiendo. En la época del Renacimiento, además se le añadieron diferentes símbolos que iban reflejando el status del fallecido, entre los que no faltaban perros, leones, armas, el escudo familiar y ángeles.
Pero llegó un momento en que estos sarcófagos eran poco prácticos para estar dentro de las iglesias por el espacio que ocupaban, por lo que empezaron a crearse los cenotafios o falsos sarcófagos verticales dentro de las iglesias; se puso tan de moda que en los cementerios también se utilizaban estos sarcófagos sobre una tumba para indicar el estatus social.
Podemos encontrar sarcófagos de distintas épocas en muchos museos y catedrales de España, así que os invitamos a descubrir las apasionantes historias que cuentan sus cuatro paredes cuando veáis alguno.