Su enorme legado incluye crónicas de viajes, novelas históricas y de aventuras. Algunos de nosotros hemos crecido con sus historias fantásticas, pues se le conoce principalmente por ser el autor de La isla del tesoro, La fecha negra o la genial novela de horror El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
Robert Louis Stevenson tuvo suerte, bueno, suerte en el mundo literario, pues fue muy apreciado en vida, algo raro para los autores de finales del siglo XIX, aunque sin duda su fallecimiento lo encumbró hasta considerarle uno de los mejores literatos y uno de los autores más traducidos del mundo.
Stevenson nació en Escocia, hijo único de Thomas Stevenson y de Margaret Isabella Balfour, fue bautizado con el nombre de Robert Lawes Balfour. Su abuelo fue el famoso ingeniero civil Robert Stevenson, constructor del Faro de Bell Rock; incluso su padre y algunos de sus familiares se dedicaban a dicha profesión.
Robert nació con una delicada salud, heredada de su madre la cual siempre sufría enfermedades respiratorias. El clima escocés no era el más adecuado para los dos: accesos de tos y debilidad continuada hizo que tanto la madre como el niño pasaran largas temporadas en cama. Para ayudar a la madre de Robert, la familia contrató como niñera a Alison Cunningham a la que cariñosamente llamaban “Cummy”. Ella estimuló el cerebro de Robert con sus relatos y sus historias truculentas, tanto lo hizo que el niño sufría pesadillas por la noche. Pero las pesadillas se convirtieron en fascinación y pronto uno de sus juegos favoritos se convirtió en “construir” un pequeño púlpito desde el que cantaba e inventaba historias.
Su madre le alentó todavía más y le sugirió que todas esas historias, relatos y canciones las escribiera en un diario. Stevenson escribió el primer quinteto en 1855, cuando apenas tenía cinco años. A su vez su madre fue llevando un diario sobre la vida de Robert haciendo que la infancia del autor se encuentre bien documentada.
En 1857 Robert, fue matriculado en la escuela, pero debido a la precaria salud que lo acompañaría de por vida sólo podía acudir dos horas diarias. Poco duró, una bronquitis acabo con la ya poca regularidad de su clases empezando a recibir la educación en su casa. Robert convivió con sus clases, su enfermedad y sus escritos; siguió escribiendo ensayos e historias. El primer libro histórico salido de su pluma fue Pentland Rising, escrito bajo la influencia de uno de sus autores favoritos, sir Walter Scott.
Su mala salud no fue impedimento para que Robert cursara sus estudios, incluso ingresó en la Universidad de Edimburgo como estudiante de Ingeniería Náutica. No lo hizo por vocación como la familia de su padre no, su padre influyó notablemente en esa decisión. Sin embargo Robert abandona pronto la carrera y comienza otra carrera, esta vez elige Derecho, pero tampoco le llena y se centra en la escritura.
Viajante incansable, poco le importó sufrir tuberculosis; enfermo inicia una serie de viajes por el continente europeo y en 1876 llega a Grez donde conoce a Fanny Osbourne, una norteamericana separada y con tres hijos. Robert se enamora de ella nada más verla e inician una relación; dos años después Fanny se marcha a California para tramitar su divorcio. Robert se casa con ella en 1880. La pareja se traslada a vivir a Calistoga, situada en el Lejano Oeste y Robert comienza a escribir una serie de historias de viajes, aventuras y romances.
La salud de Robert empeoraba y el matrimonio comienza un periplo por algunas ciudades de Europa con la finalidad de buscar el clima que mejor se adaptara al escritor. Siempre escribió, siempre; daba igual que estuviera en cama, que tuviera hemorragias, tos, todos los días de su vida la escritura formaba parte de su ser y nunca la dejó.
En 1883 se publica La isla del tesoro, uno de sus primeros éxitos como novelista. Esta novela que ha sido traducida a infinidad de idiomas y a servido como inspiración para películas, series de televisión e incluso videojuegos se gestó en Braemar, Escocia un tibio día de verano. Robert, enfermo, como no, y su familia, pasaban unas vacaciones en una casa de campo. Para pasar el tiempo idearon escribir una historia entre todos, pasando el manuscrito entre ellos a los quince minutos. Cuando el relato cayó en manos de su hijastro Lloyd los personajes estaban en una isla desierta, el muchacho entonces dibujo un barco hundido cerca de la isla y… entre relatos, dibujos y la rutina de leerla en voz alta nació esta novela que a más de uno de nosotros nos ha encandilado.
Casi hay que agradecer que Robert tuviera una salud tan delicada. Pero lo que es seguro que sus largas temporadas postrado en una cama a causa de su enfermedad hizo que vieran la luz novelas como El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde marcó un hito ya que el fondo psiquiátrico sobre el trastorno de personalidad múltiple no se había tratado hasta entonces dentro de una novela. El éxito fue inmediato y es uno de los libros más vendidos de Stevenson.
Reconocido por su trabajo, Robert siguió escribiendo aunque su salud siempre detrás de él como la espada de Damocles no le dejó ni un día de respiro. El matrimonio decide trasladarse a las islas del Pacífico Sur buscando por enésima vez un clima que fuera bueno para el escritor. Se instalan la familia entera más la madre de Robert, los aborígenes de la isla acogieron a la familia y el escritor se convirtió en su Tusitala (“el que cuenta historias”); Robert se integró a la perfección y en agradecimiento hizo pública la penosa situación samoana.
Pero una vez más la salud de Robert se resintió; de nada valió el clima y los cuidados por parte de Fanny. El 3 de diciembre 1894 falleció de una hemorragia cerebral, los samoanos le honraron como si fuera uno de los suyos, no en vano habían perdido a Tusitala. Fue enterrado en la cima del Monte Vaea, mirando al mar donde puede que busque aquel barco pirata