El Cementerio de los Abedules, Orzesk, Rusia

 

Hoy os hablamos de un cementerio que no vamos a poder visitar nunca, El Cementerio de los Abedules, ya que se encuentra en un lugar inaccesible para cualquier persona que no viva allí, en Ozersk, más conocida como la Ciudad 40.

 

Ozersk es una ciudad, de unos cien mil habitantes, que posee todo lo que cualquier gran ciudad necesita: parques, lagos, tiendas, gente viviendo en paz y armonía… el único detalle que le falla para ser un sitio completamente idílico es que está rodeada por una doble valla de la que no se puede entrar ni salir. Y esta valla está ahí porque los niveles de radiación de la ciudad son espeluznantes. Hasta hace unos años, ni siquiera aparecía en los mapas.

Fue en 1947, a comienzos de la Guerra Fría, cuando los soviéticos decidieron construir una ciudad secreta en la que pudieran dar desarrollo a las armas nucleares. Inspirados en Richland, la ciudad en la que se creó la bomba de plutonio que arrasó Nagasaki, crearon esta Ciudad 40, donde nació la primera bomba nuclear de la Unión Soviética. La construcción de la ciudad corrió a cargo de los presos rusos, y allí fueron trasladados científicos y técnicos rusos (llama la atención que en su gran mayoría eran mujeres, aunque intuyo que más que por reconocerles la carrera era por el combo mente científica+ ovarios que puedan poblar la ciudad) que además ayudaron a la construcción de la planta nuclear de Mayak, donde desarrollaron varias de estas armas.

Los habitantes de esta ciudad tenían lo que ninguna otra ciudad rusa se podía permitir en el momento: trabajos bien remunerados, buena vivienda, seguridad y una educación excelente. Pero esas ventajas tenían el precio de renunciar a la libertad y a perder el contacto con el mundo exterior. Actualmente, entrar es imposible, y para salir necesitan unos visados específicos y tan solo por unas horas.

En su cementerio, hay mucha gente joven. La edad media ronda los 40 años, y es que en Ozersk por culpa de la altísima tasa de radiación, la tasa de cáncer es altísima e incluso los bebés nacen con él. Al principio, aunque hoy también siguen haciéndolo, vertían sus residuos radiactivos a lagos, en el suelo o directamente lo soltaban al aire. Uno de los lagos de la ciudad, conocido como el “Lago de Plutonio”, tiene la advertencia de que tan sólo un paseo de dos horas alrededor del lago, puede matarte.

Ninguno de los trabajadores de Mayak sobrevivió más allá de la cuarentena, ya que trabajaban sin máscaras y el polvo radiactivo se instalaba en sus pulmones con mucha facilidad.

Sus habitantes saben que van a morir jóvenes y de cáncer, pero lo tienen asumido como parte de sus vidas.

Las fotos están extraídas del documental “City 40” que podéis ver actualmente en Netflix, y que recomendamos ver, claro.

 

Paloma Contreras