Todo evoluciona; las costumbres, la ropa, las personas, y la muerte. Sí, la muerte también evoluciona, bueno, más bien la muerte propiamente dicha no. La muerte en sí no da elección a evolucionar. Lo que ha ido evolucionando es el arte funerario, el arte floral y por supuesto los recintos que acogen el último descanso de muchos de ellos: los cementerios.
Hoy vamos a viajar un poco por la historia de la Humanidad para dar a conocer cómo comenzaron a florecer estas ciudades de los muertos, el tipo de simbología, enterramientos y orientación de muchos de ellos. Todo el conjunto nos da información y paseando por ellos recibimos una clase de historia a la vez que nos da una idea de las divisiones sociales generadas desde que el Mundo es Mundo.
Empezaremos por lo básico: ¿Qué es un cementerio?
Puede parecer fácil la respuesta, de hecho lo es. Un cementerio es donde se depositan los restos mortales o cadáveres. Su término proviene del griego koimetérion, que significa dormitorio. Y esto es debido a que en la creencia cristiana un cementerio era donde los cuerpos “dormían” hasta el día de la resurrección.
El ser humano lleva enterrando a sus muertos desde tiempos inmemorables, ya en la Prehistoria los muertos eran depositados en pequeñas fosas excavadas directamente en la tierra y les homenajeaban con pequeñas ofrendas funerarias.
Siglos más tarde durante la civilización romana los muertos eran enterrados en sus propias casas, como podréis suponer está tradición duro poco. Debido a la poca salubridad de dicho rito se instauró la Ley de las Doce Tablas donde se prohibía los enterramientos o la quema de cadáveres en cualquier recinto de Roma. Tras dicha prohibición las tumbas de los romanos se abrieron sin orden y concierto; el campo, un jardín o un terreno era la nueva forma de enterramiento. Ya las diferencias sociales estaban claras desde entonces, las sepulturas de los más pudientes se colocaban inscripciones sepulcrales y la tumba era señalizada, sin embargo los esclavos y las clases más bajas cuando morían eran arrojados a una especie de muladares llamados puticuli.
Una vez llegado el cristianismo tampoco fue mucho mejor, debido a la persecución a la que se vieron sometidos muchos no pudieron tener un lugar concreto donde enterrar a sus muertos. Proliferaron las catacumbas las cuales llegaron a ser verdaderos lugares de peregrinación; los homenajes a los fallecidos eran continuos. Pero tal fue la saturación que hubo que buscar otros emplazamientos para poder continuar enterrando de los muertos.
Asentado el cristianismo los enterramientos- de los más pudientes, claro- se empezaron a realizar dentro de los templos. El deseo por descansar eternamente al lado de los mártires se convirtió en un grave problema. De nuevo la higiene brillaba por su ausencia, tampoco los reducidos tamaños de los que se consideraban “cementerios” en aquellos años ayudaba mucho. Al final, volvieron a tirar de la Ley de las Doce Tablas y en el año 561 durante el concilio de Braga se prohibió la inhumación dentro de las iglesias.
En España hubo que esperar algo más, concretamente al año 1773 como consta en la Ley 1ª, tít. iii, lib. i de ley Novísima. Carlos III mandó restablecer lo dispuesto en el Ritual romano e instó a que gradualmente se fuesen construyendo cementerios rurales y que se aplicase dentro de lo posible el reglamento del cementerio de Real Sitio de San Ildefonso. Esto hizo que se dejaran de efectuar los enterramientos dentro de las iglesias, aunque no anexas a ellas pues a día de hoy siguen existiendo los cementerios parroquiales. Lo que sí comenzaron a germinar son dormitorios para los muertos a extramuros de las localidades, algunos de ellos han ido desapareciendo en la historia debido al éxodo de la población a las grandes urbes, otras, sin embargo aún perviven en el tiempo haciendo que los enamorados de los cementerios nos podamos deleitar paseando entre sus muros.
Cuando paseamos por ellos muchas veces nos asaltan algunas preguntas. ¿Qué tipo de enterramiento es? ¿Por qué vemos en muchos de ellos cipreses? ¿La orientación de las sepulturas tiene algún significado? Pues a todas estas preguntas vamos a intentar dar respuesta para conocer un poco más el interior de estos bellos recintos.
Paseando por muchos de ellos veremos tumbas, cavidades excavadas en la tierra o construidas sobre ella en la que se entierra el cuerpo de una sola persona. Los nichos es una de las formas de enterramiento más utilizadas en la actualidad, generalmente son huecos realizados en construcciones que tiene cabida para un cadáver, también en algunos cementerios apreciaremos nichos emparedados pues el hueco está realizado directamente en el muro.
Por supuesto las sepulturas también son otras de las grandes protagonistas, la diferencia con una tumba es que esta cavidad acoge uno o varios cadáveres. Pero sin lugar a duda los panteones, monumento funerario donde se entierran a varias personas y los panteones, igualmente monumento funerario aunque levantado sobre la tumba de una persona generalmente importante de muchos cementerios nos dejan perplejos por la magnificencia de su arquitectura y su simbología.
¿Y os habéis fijado en la orientación de muchas de estas tumbas? Aunque en la actualidad muchos de ellos ya no se rigen por dicha creencia hasta principios del siglo XX era tradición cristiana enfrentar las tumbas al Este. Con ello se pensaba que la salvación podría venir de Oriente y los cuerpos debían de estar preparados en esa dirección para el camino a su destino y juicio final.
Otro elemento muy característico de los cementerios son los siempre presentes cipreses. En muchos de ellos veremos todo tipo de árboles y según qué zona muchos de ellos autóctonos pero casi con seguridad podemos decir que aunque sea un ciprés siempre están presentes.
El motivo para la selección de dicho árbol tiene su origen en la antigüedad, ya las civilizaciones griegas y romanas los plantaban en sus cementerios y se les atribuía una simbología alrededor de la muerte. Según la mitología su forma ascendente hacía el arriba era el camino señalado para que las almas de los difuntos llegaran a los cielos. Para entender un poco más la figura de tan elegante árbol debemos remontarnos a la civilización griega, Cipariso (ciprés) era un joven de gran corazón, un día por error mató a su ciervo al cual había domesticado y le tenía gran aprecio. Dolido le pidió al dios Apolo que le permitiera llorar por su amigo eternamente, Apolo magnánimo convirtió a Cipariso en un árbol (un ciprés, claro) y desde entonces se relaciona a este árbol con el duelo.
Aunque también y porque no decirlo con el tiempo los mitos y las creencias se han ido diluyendo, y hoy en día se plantan cipreses por practicidad. Actúa como cortavientos, su raíz crece de manera vertical y hacia abajo con lo cual durante su crecimiento no deteriora los enterramientos que hay a su paso. También hay que agradecer al ciprés que sea longevo y que su hoja perenne no requiera un cuidado especial, con ello aún en invierno podremos contemplar ese verde oscuro tan característico.
Esperamos que con estos datos los amantes de los cementerios como nosotras sepan apreciar aún más si cabe estos bellos recintos y porqué no deben perderse en la historia.