Mujeres ilustres: Selma Lagerlöf

Hemos de suponer que recibir el Premio Nobel dentro de la categoría que sea debe de ser una subida de adrenalina para el premiado. Menos para Bob Dylan que cuando se entero que había sido galardonado no acudió a Suecia a recibir el premio.

Nuestra protagonista de hoy tiene el honor de ser la primera mujer en recibir tan prestigioso galardón en la categoría de Literatura desde que se instauró en 1895. Después que ella tampoco es que fueran muchas más: Marie Curie lo recibió en 1903 en la categoría de Física y Bertha von Suttner en 1905 recibió el Nobel de la Paz. Con más de 122 años de historia tan sólo cuarenta y nueve mujeres han recibido este premio en distintas categorías. Ejem.

Por eso hoy queremos dar a conocer un poco más a Selma Lagerlöf, mujer, escritora y sueca que defendió por encima de todo los derechos de la mujer y que además amó sin miedo a otra mujer.

Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf nació un 20 de noviembre de 1858 en Mårbacka, provincia de Värmland, Suecia. Selma provenía de una familia donde muchos de sus integrantes había sido sacerdotes o militares, de hecho su padre era teniente escribiente del Regimiento de Värmland. La pequeña Selma nació con una lesión en la cadera que le impidió jugar como lo haría una niña pequeña, los tradicionales juegos infantiles para ella no tenían cabida. Lejos de amedrentarse su personalidad chispeante hacía que todos los vecinos la tuvieran en alta estima y fueron ellos junto a su abuela paterna los que iniciaron a Selma en el mundo de los cuentos y leyendas.

La región donde vivía también tenía mucho que ver a la hora de ambientar dichas historias; allí la gente que vivía era sencilla pero con un profundo espíritu religioso, algo que rayaba la superstición y el misticismo, eso, sumado a un mundo de fantasía donde los espíritus de la tierra y los personajes heroicos campaban a sus anchas hizo que el interior de Selma se nutriera de suficiente información para que más adelante escribiera sus obras. Aquí comenzó su anhelo literario.

Pero para eso todavía habría que esperar, con nueve años pasa un invierno en Estocolmo con un tío que la llevaba a variadas representaciones teatrales, de regreso representaba ante sus hermanos las obras vistas en la ciudad, la semilla seguía creciendo tal y como ella misma expreso años más tarde:

Anhelé escribir grandes dramas, en vez de perder mí tiempo en una banca escolar, estudiando composición y aritmética… A los quince años había leído todos los poemas que había encontrado en nuestra biblioteca y había escrito mis primeros versos.

Mientras ella fraguaba su amor por las letras la situación económica de la familia comienza a ser preocupante y se suma la frágil salud de su padre. Johan el hermano de Selma asume la responsabilidad y literalmente lucha a brazo partido por sacar adelante la producción agrícola de Mårbacka, sin obtener los resultados deseados. Selma, consciente de la situación y sabiendo que dedicándose sólo a escribir no se podría mantener por ella misma decide elegir una profesión y se decanta por la docencia. Sufragar los estudios era caro y ella no poseía capital alguno así que una vez más su hermano Johan se erigió como cabeza de familia y le consiguió un préstamos para poder comenzar sus estudios.

Los realiza en Estocolmo, en el Liceo Sjöberg para Señoritas para posteriormente ingresar en Real Seminario Superior para Estudios Docentes, una universidad para jóvenes y damas talentosas. En aquella época Selma ya era “mayor” para estar junto a jóvenes estudiantes pero se hizo muy popular por sus sonetos y poemas.

Terminados sus estudios Selma comienza a trabajar como profesora de la escuela primaria para niñas en Landskrona. Aquí comenzó una nueva vida donde pronto conocería a Anna Oom, compañera de la misma escuela y a Elise Malmros, una empleada bancaria muy involucrada en cuestiones sociales y feministas. Elise le dio un baño de realidad a Selma guiándola por las miserias de la pequeña localidad: el alcoholismo, la ignorancia y discriminación hacia la mujer y la pobreza que cohabitaba entre la población se grabó a fuego en el corazón de Selma que más tarde plasmaría en sus escritos.

Paralelamente a su profesión de profesora Selma comenzó a escribir artículos para periódicos locales y la cercanía de la población con Copenhague hizo que conociera nuevas amistades a la vez que se empapaba de la vida cultural de la ciudad. Durante el otoño de 1886 Selma recibe una carta de Estocolmo, la remitente era nada más y nada menos Sophie Adlersparre, principal figura del movimiento feminista sueco y la invitaba a visitarla. Las artífices de dicho encuentro fueron las antiguas compañeras del Real Seminario habían enviado algunos de sus sonetos a la revista literaria Dagny levantando el interés de la maestra. De este encuentro nació una sincera amistad y la baronesa la instó a que desarrollara su obra en prosa.

La baronesa se convertiría en la mecenas de Selma, gracias a ella la escritora consiguió una beca para que pudiera dedicarse a tiempo completo a escribir. Selma que ya había escrito cinco capítulos de su obra La saga de Gösta Berling publicó el relato completo en 1891 aunque no tuvo la acogida esperada.

Selma pensaba que su carrera literaria había terminado cuando terminó el cuento de “Los doce caballeros de Ekeby” y fue objeto de críticas burlonas, pero aún no era su momento y el reconocimiento le llegaría a través de los movimientos feministas que llegaron a considerar la obra como un paso al modernismo.

Durante los años siguientes Selma tuvo que vivir como la familia perdía su adorada Mårbacka pues al no poder hacer frente a los gastos salió a subasta. Selma se prometió a ella misma que tarde o temprano volvería a recuperar su hogar de la niñez y se llevó a vivir con ella a su tía Lovisa. Con lo que no contaba la escritora que se hallaba inmersa en sus libros era en encontrar el amor, en 1984 conoce a Sophie Elkan y surge entre ambas un amor de duraría hasta el fallecimiento de Selma. Existe una intensa correspondencia entre ambas que en 1992 fue publicada bajo el título “Tú me enseñas a ser libre”, sobran las palabras.

Desde entonces Selma comenzaría una serie de viajes, gracias a la pensión otorgada por el rey Óscar de Suecia, comenzó por Italia donde encontró la inspiración para escribir “Los milagros del Anticristo”. Su siguiente destino sería Egipto donde escribió lo que se considera su obra maestra “Jesusalén” en el que narra la vida de una pequeña comunidad danesa que se traslada a Tierra Santa.

Terminados sus viajes se vuelve a instalar en su hogar de la infancia Mårbacka, donde continúa escribiendo respaldada por su reputación como literata. Las autoridades responsables de educación le encargan escribir un cuento, así nació “Ese maravilloso viaje de Nils Holgersson” una de sus obras más célebres.

Por su reputación y por su línea literaria Selma comenzó a recoger los frutos de su trabajo. En 1905 recibe una medalla de oro de la Academia Sueca, tres años más tarde la Universidad de Upsala la nombra doctor honoris causa. Pero sin duda su espaldarazo como escritora llegaría en 1909 al ser galardonada con el Premio Nobel de Literatura, siendo la primera mujer en obtenerlo en esta categoría.

No le fue fácil hacerse un hueco entre el patriarcado sueco; mujer, soltera, independiente, feminista y para que terminaran de rasgarse las vestiduras muchos de ellos amaba a otra mujer. Pero la determinación de Selma ganó y el día que la llamaron para integrarse a la junta de los 18 miembros que conforman la propia Academia.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial fue otro momento duro en la vida de Selma, ella que era pacifista tuvo que ver como la población se sometía bajo el yugo nazi. Los nazis perseguían con ahínco a los intelectuales y Selma junto a otros escritores pensaron en esconderse o salir del país para luchar contra el Imperio Nazi.

Ayudó en cuanto pudo; donó su galardón del Nobel para que el dinero se destinara a los fondos de la Resistencia finesa. Con artimañas consiguió un visado oficial sueco para la poetisa judía Nelly Sachs salvándola de terminar en lo que iba a ser su destino: un campo de exterminio alemán.

Y así se encontraba Selma, peleando y esforzándose por un mundo mejor cuando un ataque cardíaco la llevó a la muerte en su aldea natal un 16 de marzo de 1940. A sus 81 años había vivido de manera intensa y libre, como debía de ser.

Su sepultura se encuentra como no podía ser de otra manera en su lugar de nacimiento, aunque en la actualidad conoce como Sunne por una reorganización municipal. Selma descansa allí viendo como Nils, ese niño convertido en duencecillo acompaña a una bandada de gansos en su viaje a través de Suecia.

Clara Redondo