Dargavs, la ciudad de la muerte

A las afueras de Dargavs en Osetia del Norte (Rusia), existe La Ciudad de la Muerte, una necrópolis alana compuesta por 99 tumbas y criptas.

No hace falta decir que esta ciudad está rodeada de mitos y leyendas, entre ellas que el que va hasta allí nunca vuelve. No suele ser un lugar muy frecuentado por turistas, no por su leyenda, si no por la dificultad de llegar hasta esta ciudad de la muerte, ya que se encuentra en la garganta de cinco montañas que atraviesan la región, por lo que supone un viaje de tres horas a través de carreteras estrechas y varias colinas, acompañados siempre por una densa niebla.

Una vez allí, nos daremos cuenta de que la ciudad en sí es de hecho otra colina cubierta de pequeños edificios blancos como si de un cuento de hadas se tratara. Pero nada más lejos, ya que se tratan de tumbas y criptas en cuyo interior es más probable encontrarse polvo de huesos que de hadas. Todas las criptas tienen una pequeña ventana por la que se puede ver el interior.

La localización y el silencio provoca incluso una sensación claustrofóbica. Además, muchos de los cuerpos están enterrados en una especie de barca, hallándose el mar muy lejos de allí; esto es porque las personas locales creen que una vez muerto hay que cruzar un río para llegar al otro mundo, así que ayudan a sus difuntos a hacerlo.

Cada una de estas criptas pertenece a una familia; cuanto mayor sea su estructura, mayor número de personas hay enterradas allí.

Delante de cada cripta hay un pozo; se dice que una vez enterrado el cadáver, se lanzaba una moneda al fondo del pozo; si esta chocaba con la piedra en el fondo y hacía un sonido, significaba que el alma del difunto había llegado al cielo.

Esta ciudad cementerio empezó a construirse en 1600, aunque en 1400 ya existían tumbas en la cresta de la cima de la montaña, debido a una plaga en la zona; En 1800, la población sufrió un terrible descenso debido a otra plaga ( de 200 mil habitantes a 16 mil) y se volvió a necesitar construir este tipo de tumbas.

En algunos casos quienes había perdido a toda su familia y se habían arruinado, entraban en las criptas a esperar lo inevitable. Otros se encerraron allí cuando se supieron infectados para no contagiar al resto de la población. Las personas del poblado les pasaban pan a través de las pequeñas ventanas y si sobrevivían a la plaga, podían volver a casa. Estas casas-tumbas se convirtieron en algo común y todas las familias fueron construyendo la suya propia.

 

Fotos: Wikipedia

Paloma Contreras