La muerte siempre existe, convive con nosotros diariamente; uno sabe el día que nace pero nunca el día que muere. Y así ha sido desde el origen de la historia, a lo largo de ella la cultura funeraria ha ido evolucionando. Depende de la zona del globo donde vivas, así convives con la muerte. En algunos rincones del planeta la muerte es un ciclo más de la vida y no la esconden, al contrario.
Actualmente tratamos la muerte como un tema tabú, no nos permitimos pasar el duelo, a los niños se les dice lo justo y adornado con mil florituras, vivimos tan deprisa que cuando tenemos que “parar” porque perdemos a un ser querido, no lo hacemos.
Hoy vamos a hablar de un rasgo de la muerte peculiar, avisamos que no será del gusto de todos nuestros lectores, pero tenemos que reconocer que hubo un tiempo en el que esta práctica era muy habitual. Como decía mi profesor de Historia: “para entender los hechos tenéis que pensar como pensaban en aquella época”.
Viajamos al siglo XIX, en plena ebullición del Romanticismo, considerado como el primer movimiento de cultura que cubrió el mapa de Europa por completo. ¿Su característica principal? Romper con todas las tradiciones clasistas y estereotipadas. Con esta pequeña introducción ya podemos conocer un poco el movimiento de las fotografías post-morten.
Esta práctica nació muy poco tiempo después de la fotografía tal y como la conocemos, ve la luz en París aunque rápidamente se extiende a otros países donde tiene una magnífica acogida.
Pero fotografiar fallecidos no era algo nuevo, ya en el Renacimiento se hacían retratos de ese trágico momento, especialmente se producía en religiosos y niños y se realizó durante todo el siglo XVI por Europa. Caído en el olvido durante algunos siglos, el Romanticismo lo volvió a recuperar; la práctica consistía en vestir al fallecido con sus mejores galas y que posara para la fotografía; algunas de ellas se hacían de manera individual aunque muchas otras se realizaban con toda la familia reunida en torno al difunto.
Como ya hemos mencionado hay que ponerse en la época, lo que hoy seguramente nos parezca algo “raro” o incluso fuera de lugar, en el siglo XIX estaba considerado como un privilegio, no todas las familias se lo podían permitir pues el proceso era costoso. Para ellos era una manera de tener un recuerdo “vivo” de la persona, para muchos de ellos sería la única fotografía que se les realizaría en toda su vida, su muerte.
Se pusieron de moda fotógrafos especializados en este tipo de imágenes: Francisco Rave, Tomas Helsby y Bartola Luigi, por nombrar algunos, utilizaban distintas técnicas y artilugios para embellecer esa captura y que no se notara tanto la crudeza de la muerte. Estos retratos mortuorios se encontraban divididos en tres categorías para retratar al difunto.
En un último intento por simular la “vida” en el fallecido, se les retrataba con los ojos abiertos, sentados en sillas, sofás y casi siempre rodeado de sus familiares. Viendo este tipo de fotografías es fácil saber quién es el fallecido y no, pues la fotografía de aquellos tiempos tenía un tiempo muy largo de exposición y como el sujeto sin vida no tiene movimiento la imagen sale muy nítida y la de sus familiares no.
Una de las técnicas más utilizadas en niños era hacerlos parecer dormidos; en su cuna, su camita o en el regazo de los padres, para ellos es como si estuvieran descansando y en algunas imágenes se puede ver como los acunaban con ternura. Existe un archivo bastante extenso de fotografías infantiles, hay que pensar que el índice de mortalidad infantil era muy alto, además las familias solían tener una gran prole, de los cuales, al menos la mitad fallecían en sus primeros años de vida. Para estas familias tener ese recuerdo era algo completamente normal y hacían grandes sacrificios para poder pagarlas.
Otra manera de realizar las fotografías post-morten era sencillamente hacerlas sin simular nada, en el féretro o en el lecho de muerte se tomaba la captura del fallecido, en la gran mayoría de estas fotos se puede ver como el cuerpo inerte está rodeado de flores u otro tipo de ornamento floral.
Lo creamos o no esta técnica de fotografiar a los fallecidos fue evolucionando: ya en el siglo XX comenzaron a tomar imágenes desde otro ángulos y perspectivas; médicos forenses las incluían en sus expedientes cuando realizaban autopsias y dentro de ámbito periodístico fue transformándose en fotoperiodismo haciendo que en la actualidad sigan tomándose este tipo de imágenes, aunque dentro de otro entorno: guerras, incendios o crímenes, buscando más el impacto que el recuerdo.