¿Dónde está enterrado Galileo Galilei?
Galileo no era un hombre antirreligioso. El juicio en el que le condenaron en 1633 a prisión por “sospechosísimo de herejía” y sentenciado a gusto de la Iglesia, caló fuertemente en él y días después de la sentencia despertaba a sus vecinos con los lloros y gritos por haber recibido este castigo.
Galileo era un católico devoto que creía en la Biblia; lo que no acababa de convencerle era creérsela a pies juntillas.
Después del juicio encontró confort en las cartas que recibía de su hija mayor, la Hermana María Celeste, desde el convento cerca de Florencia donde vivía. En ellas reconfortaba a su padre diciéndole que “su ciencia no enfadaba a Dios”.
Pero María Celeste fallece el 1634 de disentería a la edad de 33 años. Galileo, ante terrible pérdida, se centra en su trabajo pese a que su salud no es buena y está medio ciego. No es hasta 4 años más tarde cuando pierde la vista por completo y contrata a un ayudante, Vicenzio Viviani, quien nunca reemplazaría en su corazón a Maria Celeste pero a quien adoptó como a un hijo. Sólo pudieron pasar 4 años juntos pues el 8 de enero de 1642 Galileo fallece de lo que parece ser una insuficiencia renal.
El Gran Duque de Tuscany, Ferdinando II, quiso enterrar a Galileo en la Santa Croce de Florencia, en un gran mausoleo de mármol y con un funeral público como merecía. Pero el Papa Urbano VII dijo que un hombre que había estado en contra del cristianismo de esa manera (y dale la rueda al molino…) no merecía tal pompa. Aún así, el Gran Duque enterró a Galileo en la Santa Croce, en una habitación hecha a medida debajo del campanario de la iglesia, donde sus restos descansaron durante un siglo.
Viviani, que ocupó el puesto de matemático de la Corte después de la muerte de su mentor, trató durante toda su vida que Galileo tuviese la sepultura que se merecía. Pero mientras Ferdinando II sí estaba a favor de Galileo, su sucesor, Cósimo III no tenía el más mínimo interés en él. Antes de que cayera en el olvido, Viviani tuvo una idea: convertir su propia casa en un museo/homenaje a su profesor.
En la fachada colocó un busto de Galileo coronando la entrada y con rollos de piedra alabando sus logros a cada lado de la puerta. Actualmente es conocido como el Palazzo dei Cartelloni y se puede visitar.
Pero esto no fue suficiente para Viviani, y antes de morir en 1703, diseñó y pagó una nueva tumba para Galileo en la Santa Croce. Ordenó que su cuerpo fuera enterrado junto al de Galileo, también si eso significaba acabar debajo de la torre de la iglesia. Como así ocurrió.
No fue hasta el 12 de marzo de 1737, a las seis en punto de la tarde, los restos de ambos fueron desenterrados. La hora no fue casualidad: justo 173 años antes a la misma hora y el mismo día, Miguel Ángel era enterrado en la Santa Croce.
Viviani había comentado muchas veces que el espíritu de Miguel Ángel saltó al cuerpo de Galileo pues este nació tres días después de que el artista muriera, haciendo así que el telescopio de Galileo viera los cielos tan bonitos como Miguel Ángel los pintaba, y que por eso, merecía estar enterrado junto a él en la Santa Croce.
Cuando entraron el la cámara debajo del campanario, encontraron dos tumbas: Una pertenecía a Viviani, fallecido pocos años antes y fácil de reconocer. Al abrir la segunda tumba, encontraron dos féretros en ella: en uno se encontraban los restos de Galileo, y en el otro, los de una mujer joven.
Enseguida se dieron cuenta de que aquellos restos pertenecían a María Celeste, aunque nunca se les ha hecho la prueba del adn. Viviani se encargó de llevarlos en secreto y enterrarlos junto a la persona que más le quería.
Y desde entonces, Viviani, María Celeste y Galileo descansan en su merecida tumba dentro de la Santa Croce. Además, Juan Pablo II, 359 años, 4 meses y 9 días después de la sentencia de la Inquisición, pidió perdón en su nombre porque, efectivamente, “eppur, si muove”