Para gustos, colores. Algunos de los monumentos funerarios que vemos a lo largo de nuestros paseos son dignos de admiración, otros, sin embargo, rayan lo grotesco, pero lo que hay que reconocer es que cada uno de ellos tiene su porqué y su significado, al menos para las familias que encargan las esculturas, panteones o mausoleos.
Poner un calificativo al Transi de René de Chalon, también conocido como esqueleto, o monumento al corazón de René de Chalon es complicado. Para algunos hermoso, bello, impactante, para otros es macabro e incluso podría decirse que de mal gusto. Y para nosotras que amamos el arte funerario en general, sublime.
Situado en el interior de la iglesia de Saint-Étienne en Bar-le-Duc, Francia ha causado infinidad de reacciones a lo largo de los siglos y cómo no, ha inspirado a otros artistas a lo largo de sus carreras.
La escultura se encuentra custodiando la tumba de René de Chalon, príncipe de Orange, que un 14 de julio de 1544 fue herido de muerte en el hombro. Después de los cuidados médicos nada se pudo hacer por el príncipe y falleció al día siguiente con apenas 25 años.
Su esposa Ana de Lorena pidió tres años más tarde al escultor francés Ligier Richier que realizara una escultura que representara el cuerpo de su marido. Aquí hay que hacer un inciso; durante siglos se pensó que Ana de Lorena fue la que solicitó el encargo por iniciativa propia, sin embargo siempre revoloteó una leyenda: el mismo príncipe en su lecho de muerte expresó su deseo de ser representado. Este hecho hoy refutado, nos indica que Ana de Lorena sólo se encargo de hacer realidad uno de los últimos deseos de su marido.
Ligier Richier realizó el encargo; esculpido en piedra caliza, Euville representa a René Chalon en un estado de descomposición, semidescarnado, de él cuelgan tiras de piel seca. En una de sus manos reposa su propio corazón y el esqueleto lo ofrece a un ser superior, o al menos eso podría dar a entender la postura aunque hay quien también piensa que es un claro gesto de penitencia. Todo depende del cristal con que se mire, ya sabéis como es el arte.
Richier realizó un extraordinario trabajo, la precisión a nivel anatómico es impresionante; los huesos, músculos, tendones, todo el conjunto desprende un realismo apabullante y los detalles son dignos de admiración. Sin duda un gran trabajo que se merece el reconocimiento que tiene pues desde 1898 está clasificado como monumento histórico.
Así pues si tenéis oportunidad visitadla, estamos seguras que os va a gustar.