El Templo de Sengaku encierra entre sus paredes una interesante historia sobre la lealtad (y la paciencia) y donde descubrimos que la venganza servida en plato frío se estila a lo largo de todo el planeta.
Asano era un señor feudal que fue elegido como acompañante para entretener a los enviados de la Familia Real. Para esto le fue asignado un maestro de protocolo, con el que no se llevaba bien por asunto de dinero (el maestro pretendía cobrar por su trabajo, mientras que Asano pensaba que recibir su ayuda era su deber. Así que el maestro intentaba constantemente humillar al discípulo, hasta que un día se cansó de tanta humillación y le dio una puñalada a su maestro. El maestro, llamado Kira, apenas salió dañado, pero Asano fue arrestado, ya que atacar con furia iba en contra de la ley, y hacerlo encima en palacio era peor aún, así que después de un juicio en el que Asano apenas se defendió, fue condenado a cometer suicidio. Su único lamento fue no haber podido matar a Kira.
Cuando sus vasallos se enteraron, decidieron vengarle. Y se convirtieron en ronin, que son samuráis sin un señor al que servir. Juraron en secreto vengar la muerte del que fuera su señor. Kira, que esperaba una revancha, se fortificó y aumentó su guardia personal.
Los ronin sabían que en algún momento bajaría la guardia, y a su vez se dispersaron, convirtiéndose en monjes y comerciantes para no levantar sospechas porque sabían que Kira los investigaría.
Tardó un año y medio en bajar la guardia, pero lo hizo. Para entonces, 47 ronin asaltaron su casa y lo decapitaron con el mismo cuchillo con el que su Señor había cometido suicidio. Cogieron su cabeza y se la llevaron de ofrenda a su difunto jefe, que estaba enterrado en el templo de Sengoku.
Después se entregaron a la policía. Después de 47 días de arresto, en los que la población había empezado a considerarles héroes, se les condenó a muerte por suicidio por honor en vez de juzgarlos como a criminales.
Esta historia se convirtió en leyenda tradicional japonesa, y el Templo de Sengaku, en un lugar de visita obligada: allí se encuentran enterrados Asano y sus 47 samuráis, lugar donde los japoneses siguen venerando su memoria con incienso y celebrando un festival en el aniversario de su muerte.
Gracias a Tania Navas de Minimundos.com por las fotos 🙂