Rito funerario haida

Los Haida son un pueblo indígena que viven en las islas Haida Gwaii (traducido del Haida significa “Islas de las personas”) antes conocidas como Islas de la Reina Carlota, en la zona de la Columbia británica de Canadá.

Este pueblo fue visitado por primera vez en 1774 por el español Juan Pérez y cuatro años más tarde por James Cook. Hasta entonces, el pueblo Haida era bastante abundante en población, pero con la llegada de la “civilización” que les introdujo el alcohol, las armas de fuego y la viruela, se vio bastante reducida, hasta sólo 150 personas en 1900; y sin contar la de nutrias, que por culpa del mercado de pieles las llevaron hasta su extinción. Antes del contacto colonial, su población era de unos 60 mil habitantes. Hoy en día, son sólo 5 mil.

Su economía estaba basada en la pesca del salmón y el bacalao, además de la recogida de bayas, raíces y algas; también cazaban ciervos, castores y aves. Las mujeres curtían pieles y recogían mejillones mientras los hombres construían y cazaban. Entre sus hábitos más importantes se encuentra la talla de madera, muy presente en sus ritos funerarios, siendo este el tema que nos ocupa.

CREENCIAS RELIGIOSAS

Para los Haidas los animales se clasifican como tipos especiales de personas, más inteligentes que los humanos y con capacidad de transformarse en forma humana.Los animales viven en la tierra, mar y cielo, reflejando un orden social que también tomaban los Haida.

Creen el la reencarnación, por lo que el cuerpo en sí no tiene importancia, no es más que una vasija: cuando mueren, su alma es transportada en canoa a la Tierra de las Almas donde esperará su reencarnación.

TOTEMS

Tallar la madera era una de las ocupaciones principales de los Haidas; los Tótem eran esculturas talladas en troncos de árboles que rememoraban hechos históricos, leyendas familiares, linajes de clanes o eventos notables.

Las esculturas más antiguas de los Haida son de enterramientos de chamanes que se remonta a mediados del siglo XVIII- principios del XIX. En la parte superior se encontraban figuras humanas, mientras que en los más cercanos a los pueblos y las casas las decoraciones con emblemas y seres sobrenaturales para la protección del pueblo son más numerosos.

La mayoría de estas esculturas creados durante la mitad del siglo XIX son de un estilo más clásico, con partes de la cara, nariz, ojos y labios muy grandes ocupando casi el mismo espacio que la frente, la mandíbula y las mejillas. Esto les da a las formas de animales o aves un aspecto entre juvenil e ingenuo. Su simetría recuerda al arte egipcio en algunas ocasiones.

Tras la despoblación de finales de siglo, se abandonó la tradición de esta escultura monumental.

RITUAL FUNERARIO

Como ya hemos comentado, los Haidas estaban jerarquizados y así, sus enterramientos; si el fallecido no tenía ningún rango de importancia, su cadáver se dejaban en una zona apartada de la aldea sin incinerar ni enterrar, por lo que estas aldeas solían desprender un fuerte hedor; fue con la llegada de los colonos cuando empezaron a crear una especie de fosas comunes para que las enfermedades no se propagaran.

Pero si el fallecido ostentaba una posición importante en el pueblo como Jefe, Chamán o guerrero, su inhumación se realizaba de manera individual y con un ritual: los Haidas creían que estas personas ilustres debería unirse al tótem, casi convirtiéndose en parte

de él. Para ello, después de retirarle los órganos internos, era llevado hasta los pies del Tótem donde sus familiares y amigos machacaban con mazas su cuerpo para reducirlo hasta el tamaño de la urna funeraria, más o menos como el de una maleta. Para lograr esto, los huesos eran machacados y pulverizados en un rito que a nuestros ojos podría resultar bastante sanguinolento.

Una vez reducido el cuerpo, este era colocado dentro de la urna, y esta a su vez a los pies del Tótem. Las entrañas del difunto serían colgadas a lo largo de este para atraer a los animales, quienes avisarían al mundo de los muertos la llegada del difunto. Con la llegada de los colonos, nuevamente, perdieron esta tradición, sus tótems, y la mayoría de los supervivientes de la población tomaron la religión cristiana aunque sin dejar de creer en la reencarnación.

Los misioneros del siglo XVIII que descubrieron la costumbre de los Haida creían que el procedimiento estaba reservado a sus enemigos. No resulta ser una coincidencia que a causa de este “malentendido” cultural, la tribu fuera calificada como una de las más violentas y atroces durante la conquista del Oeste.

Paloma Contreras