Mujeres Ilustres: Gertrudis Gómez de Avellaneda

Todas las mujeres que presentamos en nuestra sección de mujeres ilustres son luchadoras, todas. Unas lucharon por sus ideales, otras por sobrevivir en un mundo patriarcal y otras por amor.

A pesar de su tenacidad, su inteligencia sobresaliente y su energía, muchas de ellas quedaron relegadas por el hecho de ser mujeres que se salían de lo establecido. Afortunadamente las nuevas generaciones las están poniendo en el lugar que las corresponde en la historia, y desde aquí nosotras queremos aportar nuestro granito de arena y nos satisface ensalzar los talentos de estas mujeres. Va por ellas.

Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una mujer cuya pluma enamoró por su belleza literaria; no solo destacó por eso, también esta gran mujer asentó las bases del que sería el discurso emancipador de la mujer en la España del siglo XX.

Tula, como era conocida entre sus conocidos y familiares, nació en Santa María de Puerto Príncipe, una pequeña ciudad de Cuba a la que en la actualidad se la conoce como Camagüey. Hija de Manuel Gómez de Avellaneda, comandante de la marina española destinado en la isla,y de Francisca de Arteaga y Betancourt, una bella cubana descendiente de españoles que hicieron fortuna allí.

Nuestra niña Tula recibió una buena educación y desde pequeña ya mostró un especial interés por la literatura. Devoraba los libros de los grandes románticos como Lord Byron, Víctor Hugo, Chateaubriand o Madame de Staël entre otros.

Pero pronto la vida la demostró su crueldad y el 29 de mayo de 1829 cuando apenas contaba nueve años, Tula se queda huérfana de padre. En pleno proceso de duelo, Francisca vuelve a contraer matrimonio con Gaspar de Escalada, algo que Tula no le perdonaría. La mala relación entre ella y su padrastro era más que evidente; la incipiente poetisa ya había empezado a escribir pequeñas redacciones y poesías, ante el desagrado de su padrastro que le llegó a calificar de atea.

Quizás para meterla en “vereda”, la familia organiza un matrimonio de conveniencia. Tula con apenas catorce años se niega en redondo a contraer matrimonio con alguien desconocido y lo rechaza. ¿La consecuencia? Perdió la herencia de su abuelo materno, pero poco le importó.

Pasado el sofocón que debió ser el rechazo al matrimonio por parte de Tula, la familia se traslada a vivir a España. Antes de llegar al país hacen una parada en Burdeos y allí conoce a Mariano Ricafort, del que se hace novio. La relación con Mariano dura poco pues Gertrudis comienza a escribir de manera asidua composiciones literarias: “A la poesía”, “La serenata” o “A mi jilguero” entre otras. Mariano rompe con ella porque no consideraba oportuna la vena literaria de su novia.

Para poner tierra de por medio por su ruptura amorosa y para escapar de las mezquindades de su padrastro, Tula acompaña a su hermano Manuel, primero a Cádiz y luego a Sevilla, donde gracias a la amistad que entabla con Alberto Lista y Manuel Cañete publica versos en algunos periódicos gaditanos y sevillanos con el pseudónimo de “La Peregrina”. Se instala definitivamente en Sevilla donde se enamora de la ciudad… y de un sevillano, Ignacio de Cepeda y Alcalde con el que mantiene una intensa relación. Intensa por parte de ella, pues se volcó en la relación no siendo correspondida de la misma manera. Esto le deja una profunda huella en su corazón, tal y como plasmaría negro sobre blanco en la gran cantidad de cartas que escribió a Ignacio demostrando sus sentimientos más íntimos.

Sus obras comenzaban a ser reconocidas: en verano de 1840 estrena en Sevilla su primer drama titulado Leoncia y en otoño de ese mismo año se traslada a Madrid. Ya instalada en la capital, continúa escribiendo siendo esta su etapa más fértil como escritora. Un año más tarde publica un libro de Poesías y Sab, considerada como la primera novela antiesclavista de la historia. Siguiendo con la línea social, en 1842 publica Dos mujeres, la novela donde defiende abiertamente el divorcio ante una unión no deseada, y Espatolino en la que denuncia el lamentable estado del sistema penitenciario. También comienza a luchar por la igualdad de las mujeres y en 1843 funda la primera gaceta dirigida por ella y destinada a las mujeres de aquella época. El nombre de la gaceta dejaba claras las intenciones: “Álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas”.

La buena acogida de sus obras y artículos hace que se codee con los grandes escritores de la época: Manuel Quintana, José Zorrilla, Nicomedes Pastor y Francisco de Paula y Mellado entre otros. También en la capital volvería a conocer el amor, pero Tula no parecía estar destinada a ser correspondida. Conoce al poeta Gabriel García Tassara, con quien comienza una relación de amor, odio y celos por parte de ambos que terminaría con un embarazo. Una mujer soltera, embarazada y escritora, vamos, que fue la comidilla de las altas esferas de la época. Tampoco le importó, ella quiso continuar con el embarazo y dio a luz a una niña a la que llamó María. ¿El padre? Desapareció.

Pero la pequeña María cae enferma y su vida corre peligro, Tula escribe unas desgarradoras cartas a Tassara pidiéndole que vea a su hija antes de que fallezca.

Envejecida a los treinta años, siento que me cabrá la suerte de sobrevivirme a mí propia, si en un momento de absoluto fastidio no salgo de súbito de este mundo tan pequeño, tan insignificante para dar felicidad, y tan grande y tan fecundo para llenarse y verter amarguras.

El “caballero” ni siquiera hizo acto de presencia cuando María fallece con tan sólo siete meses, haciendo que Tula se vea inmersa en una espiral de dolor y desesperación.

Quizás no se pueda tener todo en esta vida; Tula iba cosechando éxitos en su profesión, recibiendo premios por parte del Liceo Artístico y Literario de Madrid y situándose entre los escritores de mayor renombre de su época; sin embargo, su vida personal era caótica, parecía destinada a estar sola.

La vida le volvió a dar una nueva oportunidad en mayo de 1846 cuando contrae matrimonio con Pedro Sabater, gobernador civil de Madrid. La felicidad fue de nuevo efímera, Sabater padecía una enfermedad grave: Tula le cuida y se lo lleva a París para intentar buscar una cura para su marido, pero de poco le valió. Pedro Sabater fallece el 1 de agosto de ese mismo año en los brazos de la escritora que vuelve a sentir por dentro los mordiscos del dolor.

Abatida por tantas pérdidas en tan poco espacio de tiempo, Tula se refugia en el centro espiritual de La Solitude de Martillac donde continúa escribiendo. La religión comienza a ser parte de ella tal y como se demuestra en Manual del cristiano y le acompañaría en sucesivos escritos.

Mientras que en su vida personal seguía estando sola, en su vida profesional Tula no paraba de cosechar éxitos y elogios. Tanto es así que en 1853, justo cuando falleció su amigo y mentor Juan Nicasio Gallego, presentan la candidatura de Gertrudis para ingresar en la Real Academia Española. Pero a pesar de sus éxitos, de ser reconocida por muchos renombrados escritores de la época la candidatura no prosperó pues los misóginos académicos no permitieron que una mujer ocupara una de “sus” sillas: Juan Valera, que vivía con su madre, (guiño a @chocokiskris) puso como excusa que su enorme culo gordo no cabría en ninguna de las sillas. Tula continuó escribiendo y recibiendo halagos por sus obras, aunque por supuesto sin concederle el puesto que se hubiera merecido.

Tres años más tarde, en 1856, el amor vuelve a Tula, y contrae matrimonio con Domingo Vergudo, político de gran influencia. De nuevo la mala suerte en el amor entró en juego en la vida de Gertrudis: en 1858 se estrena la comedia Los tres amores el cual resulta un fracaso. Durante una de las actuaciones alguien arroja un gato al escenario; Domingo atribuye la autoría de los hechos a un tal Antonio Ribera y le conmina a batirse en duelo.

Del duelo Domingo sale gravemente herido, esta vez Tula decide volver a Cuba su tierra natal para que su marido se recupere de las heridas y quizás así poder tener el amor que tanto necesitaba. En Cuba les esperaban y su llegada fue celebrada por todo lo alto: una compatriota había conseguido algo inusitado en aquella época y encima siendo mujer. Durante una fiesta en el Liceo de La Habana es proclamada poetisa nacional y durante seis meses dirige una revista en la capital llamada Álbum cubano de lo bueno y lo bello. La vida por fin parecía sonreírle; casada con un hombre al que amaba y la amaba, reconocida por su trayectoria literaria, parecía tenerlo todo.

Pero de nuevo la vida le tenía preparada otra mala pasada, pues en 1863 fallece Domingo debido a las heridas mal curadas de aquel estúpido duelo en el que nunca se debió de involucrar. Tula vuelve a quedar desolada acentuándose su devoción religiosa y decide que en Cuba ya no le queda nada. Comienza una serie de viajes por Nueva York, Londres y París para terminar su periplo en Madrid, donde se dedica a corregir sus obras y preparar la edición completa de las mismas.

Aquí fallece el 1 de febrero de 1873 a los 58 años de edad, pero Tula siempre llevó Sevilla en su corazón y sus restos reposan en el cementerio de San Fernando junto a los de su esposo Domingo y su hermano Manuel.

 

Clara Redondo