Seguro que a lo largo de nuestra vida todos hemos acudido a un servicio funerario, generalmente suelen ser de carácter íntimo y familiar a no ser que el difundo sea un personaje relevante para la comunidad entonces se convierte en gran evento con toda la pompa y boato. Hoy vamos a hablar de un gran funeral, él fue decimosexto presidente de los Estados unidos y un fuerte oponente de la esclavitud, Abraham Lincoln.
Después del asesinato del Presidente a manos de John Wilkes Booth, su cuerpo fue trasladado por una guardia de honor a la Casa Blanca y enseguida se activó un mecanismo impresionante en cuanto a protocolo funerario, pues además de rendir honor al fallecido había que trasladarlo a Springfield, ciudad natal de Lincoln cumpliendo así una de las últimas voluntades del Presidente.
Tres semanas, si señores, tres semanas duraron las exequias de Abraham Lincoln que incluyeron una serie de eventos, entre ellos los servicios funerarios en Washington DC donde se instaló una capilla ardiente en el Salón Este de la Casa Blanca para que el público allí congregado pudiera presentar sus respetos. El 19 de abril de 1865, cinco días después de su asesinato, fue trasladado en una impresionante procesión por la Avenida Pennsylvania hasta la Rotonda del Capitolio donde se ofició un servicio de entierro ceremonial.
El viernes 21 de abril el féretro de Lincoln fue transportado hasta la estación de trenes de Washington donde comenzó su viaje hasta su ciudad natal. Este singular cortejo fúnebre estaba compuesto por nueve coches, ocho de ellos proporcionados por los jefes de la compañía del ferrocarril para los mandatarios que acompañaban a Lincoln en su último viaje, y el noveno coche era el del Presidente, en su día construido para ser utilizado por el político y otros funcionarios, aunque para este triste viaje sufrió algunas transformaciones para poder albergar el féretro de Lincoln así como el de los restos de su hijo menor William Wallace Lincoln.
El periplo de este cortejo funerario hizo que pasara por diversos estados, entre ellos Maryland, Pennsylvania, Nueva York, Ohio, Indiana e Illinois haciendo paradas en sus principales ciudades para que los ciudadanos norteamericanos pudieran seguir presentando sus respetos a tan insigne fallecido.
Hubo algunas discrepancias respecto al lugar de enterramiento, las autoridades políticas de Springfield querían un lugar prominente que atrajera los visitantes, pero la viuda de Lincoln, Mary, se mostró inflexible en ese punto y les recordó que Lincoln siempre había dicho que quería un lugar tranquilo en Oak Ridge. Su ataúd fue colocado dentro de un sarcófago de mármol blanco aunque a lo largo de los años ha sufrido innumerables reformas, cambios de féretros y exhumaciones dando lugar a leyendas o mitos que lo único que hace pensar es que Abraham Lincoln realmente nunca ha descansado.