Mujeres ilustres: Josefina Blanco Tejerina
Hoy, en el Día Mundial del Teatro, nos unimos a la conmemoración del día, escribiendo sobre Josefina Blanco Tejerina, una gran actriz de su época que por casarse con su esperpéntico marido, fue relegada a un segundo plano.
Nació en León en 1878 en una familia ya con antecedentes teatrales: su padre, Pedro Blanco, era un actor aficionado conocido en la capital leonesa. Su tía, Concha Suárez, también actriz, le introdujo en el mundo de la farándula ya desde muy niña, pues en 1886 se va de gira con ella por las ciudades de Cádiz y Barcelona.
Mujer pequeñita, de ojos rasgados y boca sensual, como era descrita, Josefina enseguida destacó como actriz de teatro, siendo al principio sus papeles encasillados en el papel de mujer ingenua y frágil, que según los críticos de la época, desempeñaba con grandeza sobre el escenario. La misma María Guerrero ya en 1894 hablaba maravillas de su potencial, tanto que años más tarde acabaron trabajando juntas.
Es en 1898 cuando representaba La Comida de Fieras de Jacinto Benavente, conoció a su futuro marido, con el que compartía escenario. Volvió a encontrarse con él en Diciembre de ese mismo año, cuando, otra vez representando una obra de Benavente, participó en un pequeño festival para recaudar fondos a favor de su compañero de escena hacía unos meses, el cual había perdido su brazo debido a la gangrena por una acalorada discusión con el periodista Manuel Bueno y se buscaba dinero para comprarle un brazo ortopédico.
Las alabanzas y buenas críticas eran constantes en cualquiera de los papeles que representara; poco a poco se fue despojando de su halo de ingenuidad en los personajes que se le daban. Cuando ya casi estaba a punto de convertirse en una gran dama de la escena española, como ya lo eran María Guerrero o Margarita Xirgú (a la que el marido de Josefina llegó a hacer llorar en público en un escenario cuando le espetó desde el patio de butacas, no su mala actuación, sino el mal texto que estaba interpretando), contrajo matrimonio el 24 de agosto de 1907, con quien ya imagino que habréis adivinado, Ramón Mª del Valle-Inclán. El nacimiento casi seguido de su primera hija hizo que su vuelta a los escenarios se complicara.
Mientras su carrera languidece, su marido va resplandeciendo, y reedita sus obras, que ella además, corrige.
No es hasta 1910 cuando Josefina vuelve a pisar las tablas, esta vez en Argentina, donde con Cuentos de Abril, ella vuelve a consagrarse como actriz y su marido, alcanza su reconocimiento como autor. Es en esta gira donde Josefina deja la compañía de teatro con la que llegó y se vuelve a la península formando parte de la de María Guerrero, donde vuelve a recaudar grandes éxitos hasta que en 1912 se retira nuevamente por el traslado de la familia a Galicia.
A Josefina este destierro no le gusta nada, ya que pasa de estar sobre su adorado escenario a tener que encargarse ella sola de su familia pues su marido pasaba largas temporadas en Madrid. En 1918 vuelve a los escenarios, esta vez en la compañía de Margarita Xirgú con una obra de Galdós.
En 1932 decide divorciarse de su marido, y con la custodia de su hija pequeña, intenta volver a los escenarios, pero su momento ya había pasado,
En Enero de 1936 fallece Valle- Inclán, y Josefina ejerce todos sus derechos, con ayuda de su abogada, Clara Campoamor, para recuperar la custodia de todos sus hijos menores y el legado de su marido, y así editar todas las obras juntas. Pero su idea se va al traste cuando comienza la guerra y el Teatro de la Comedia, en el que trabajaba, cierra.
Se traslada a Barcelona durante los años de la guerra con sus hijos, y cuando acabó esta, se trasladó a Pontevedra. Allí luchó por preservar la memoria del que fuera su marido editando sus obras, cosa que a día de hoy sabemos que consiguió pues si no es probable que hoy no existiera ninguna estatua de su figura en las calles de España, ni le hubiesen puesto su nombre a institutos, etc… Este no fue un trabajo fácil, ya que su legado estaba repartido entre el último piso en el que había vivido en Madrid, saqueado durante la guerra, y sus obras en la Academia de España en Roma. Pero como mujer persistente y fuerte que era, consigue editar todas las obras de Valle-Inclán en 1944 .
Nunca le gustó hacer declaraciones ni mostrarse a la prensa; de hecho sólo se conservan dos entrevistas, en la que destaca su obra favorita de su marido, Tirano Banderas.
Josefina Blanco falleció en su piso de Pontevedra el 19 de Noviembre de 1957. Quiso ser enterrada junto a su hijo Joaquin, fallecido en 1914, y allí reposan juntos bajo los arcos de la preciosa iglesia de Santa Mariña de Dozo.
Genial, viva inteligente,
No hay cual la Blanquito, dos.
Con su arte, modestamente, dio triunfos a Benavente
Y laureles a Galdós.