Cementerio de San Michele

 

Venecia, una ciudad donde todo gira alrededor del agua, se convierte en nexo común entre la vida y la muerte.

 

Para llegar a esta necrópolis como podéis imaginar necesitamos una embarcación, el vaporetto nos llevará hasta la isla de San Michele o también conocido como el cementerio de Venecia.

Originalmente eran dos islas que se encontraban separadas por un canal, lugar de descanso de pescadores y de comerciantes. Tampoco era un cementerio, solamente estaba ocupada por el famoso monasterio de San Michele in Isola que en su larga historia ha sufrido innumerables transformaciones como convertirse en colegio, prisión y finalmente en el cementerio que se conoce hoy en día. Hasta entonces, como en otros muchos países, la tradición era inhumar a sus fallecidos en el interior de las iglesias o en pequeños jardines. Pero cuando Napoleón Bonaparte conquistó la República de Venecia introdujo múltiples mejoras en la ciudad entre las que se encontraba, por motivos higiénicos, el enterrar a los fallecidos fuera del núcleo urbano.

Pasear por esta necrópolis es sumergirte en un remanso de paz, sobre todo cuando uno ha estado visitando los lugares emblemáticos de la ciudad. De grandes dimensiones, puede resultar un poco complicado a la hora de querer encontrar alguna sepultura en concreto, por eso aconsejamos que se utilice el plano del recinto.

El cementerio se dividió en secciones para las distintas religiones: así pues se puede encontrar el patio para ortodoxos, católicos, evangélicos y protestantes, aunque también acoge a gremios o congregaciones como gondoleros, monjas, sacerdotes o militares.

Aquí los panteones no son numerosos, hay pocos y contrastan con las sepulturas realizadas en el suelo, todas ellas muy sencillas, una pequeña estela de mármol, una fotografía del difunto y salpicadas con arreglos florales.

Aún así merece la pena visitarlo por la innegable belleza de algunas de sus esculturas o simplemente visitar la sepultura de algunos personajes como Serguéi Diáguilev, fundador de los ballets rusos y sobre cuya lápida los admiradores van depositando sus zapatillas de ballet en modo de homenaje.

Otra sepultura muy visitada es la perteneciente a Ezra Pound , poeta perteneciente a la Lost Generation, “generación perdida” y al que se le considera uno de los primeros poetas en emplear el verso libre en composiciones extensas. Igualmente visitada es la de Joseph Brodsky, poeta ruso-estadounidense, Premio Nobel del Literatura en 1987, el cual es considerado el poeta más grande nacido en la época soviética.

También paseando por esta bella necrópolis podremos encontrar las tumbas de pintores, compositores, matemáticos y físicos como la de Christian Andreas Doppler, al que todos conocemos gracias a Sheldon Cooper 😉

 

Un agradable y cultural paseo para percibir la historia de las personas que descansan en este camposanto tan peculiar, que a día de hoy sigue en activo y como se puede suponer sus cortejos fúnebres llegan en góndolas.

Clara Redondo

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