Uno de los cementerios más grandes del mundo por su número de entierros y el más famoso de los 50 que tiene Viena.
Situado a las afueras de la ciudad, en el distrito de la ciudad de Simmering, el Cementerio Central de Viena a diferencia de otros muchos cementerios, ha ido evolucionando lentamente con el paso del tiempo. Aún así pasear por esta gran necrópolis hace que conozcamos un poco mejor la historia de la ciudad.
La decisión de establecer un nuevo y gran cementerio para Viena llegó en 1863 cuando se hizo más que evidente el gran crecimiento de la población, debido principalmente a la industrialización de la zona. La población de la ciudad creció tanto que los cementerios comunales ya existentes quedaron pequeños.
Los líderes de la ciudad por aquel entonces esperaban que esa Viena, entonces capital del gran Imperio Austro-Húngaro, creciera a cuatro millones de habitantes, pero nadie previó el colapso del Imperio en 1918. Así que el ayuntamiento asignó una gran área de terreno fuera de las fronteras de la ciudad.
El Cementerio Central de Viena fue diseñado en 1870; siguiendo las directrices de los arquitectos paisajistas de Frankfurt Karl Jonas Mylius y Alfred Friedrich Bluntschli que fueron galardonados por su proyecto per angusta ad augusta (de grave a sublime).
Con todo el proyecto ya terminado el cementerio abrió sus puertas un Día de Todos los Santos de 1874, sin embargo, la consagración del cementerio no estuvo libre de controvertía: los círculos más conservadores de la Iglesia Católica Romana pusieron una feroz resistencia al nuevo carácter interconfesional del cementerio.
El cénit de este “problema” llegó cuando la ciudad anunció que no quería una apertura católica oficial, pero dio una cantidad más que generosa de dinero para la construcción de una sección judía segregada. Al final reinó la cordura y los grupos llegaron a un acuerdo; los representantes católicos pudieron inaugurar el cementerio central con una pequeña ceremonia. Eso sí, debían de abstenerse de hacer una gran muestra pública y el nuevo cementerio fue inaugurado casi a escondidas. Fue bajo el amparo de la noche de un 31 de octubre de 1874 por el alcalde de Viena, Baron Cajetan von Felder y el cardenal Joseph Othmar Rauscher para evitar todavía más la controversia pública.
La “apertura oficial” del cementerio ocurrió al día siguiente y el recinto ya acogió a su primer morador: Jacob Zelzer cuya tumba aún existe cerca del edificio de administración en la pared del cementerio. Ese día enterraron a 15 personas más.
Entrando por la puerta principal se encuentra el Crematorio, construido por Clemens Holzmeister en 1922 e inspirado en una fortaleza oriental. La iglesia San Carlos Borromeo situada en el centro del cementerio solía llamarse iglesia de Karl Lueger pues en su interior se encuentra la cripta del ex alcalde de Viena. Esta iglesia de estilo Art Nouveau fue construida entre 1908 y 1910 por Max Hegele.
Este cementerio en sus comienzos no era muy popular entre sus habitantes; la gran distancia entre él y la ciudad hacía que nadie quisiera ser enterrado allí. Las autoridades pensaron la forma de hacerlo más atractivo y que mejor manera de desarrollar tumbas honoríficas como reclamo.
Viena siempre ha sido la ciudad de la música por excelencia, y el municipio pensó que la mejor manera de expresar su gratitud a los compositores era otorgarles tumbas monumentales. Aquí están enterrado Beethoven, Schubert, quien fue trasladado a este cementerio en 1888. Brahms, Salieri, Strauss están enterrados aquí. También un cenotafio rinde homenaje al gran Morzat, que está enterrado en el cercano cementerio de San Marx. Ante tal número de personajes ilustres el cementerio remontó en popularidad y los habitantes de Viena no sólo querían ser enterrados aquí si no que también comenzaron a visitarlo sólo por el simple hecho de ver a sus músicos más reconocidos. Cosas del marketing.
Como ya he mencionado este cementerio era, es y será interconfesional. Además de la sección católica, el cementerio alberga en su interior pequeños cementerios para las distintas creencias.
Hay dos cementerios judíos; el más antiguo fue establecido en 1863, pero fue destruido por los nazis aunque alrededor de 60000 lograron pervivir. Los entierros más prominentes de aquí son los de la familia Rothschild y la del autor Arthur Schnitzler.
Los musulmanes son enterrados aquí desde 1876; se los entierran bajo la ley austríaca, en un ataúd, cosa que contrasta con la práctica ritual islámica que es enterrarlos en una mortaja y directamente en la tierra.
El cementerio también tiene hueco para los rusos ortodoxos; y se divide en varias parcelas para el uso de las distintas iglesias ortodoxas. La comunidad ortodoxa rumana, la búlgara, la serbia y la copta conviven dentro de estos muros sin ningún altercado.
La sección protestante está dedicada al uso de ambas confesiones: parte de la iglesia evangélica protestante, la luterana y la calvinista tienen su hueco aquí con más de 6000 tumbas y 300 bóvedas familiares.
También el budismo está presente en el cementerio central de Viena; inaugurado en el 2005. Para ellos se reservó un área alrededor de una estupa; estructura semiesférica que contiene reliquias y se utiliza como lugar de meditación. Por supuesto, esta área budista fue consagrada por un monje tibetano.
No es de extrañar que a día de hoy este cementerio se haya convertido en todo un referente; por su cultura, por sus personajes ilustres y por saber acoger a todas las creencias a pesar de que sus comienzos no fueron fáciles. Y que sigan así.