Volvemos a Edimburgo para mostrar otra de las joyas que esconde la ciudad. El Cementerio de Canongate Kirk al igual que el de Greyfriars Kirk es un pequeño camposanto parroquial que se cobija detrás de edificios y locales haciendo que sea un pequeño remanso de paz dentro del bullicio de la ciudad.
La sencilla iglesia de Canongate que da nombre al cementerio data de 1688, año en la que se construyó para acoger a los fieles que eran expulsados de la Abadía de Holyrood. Sencilla también es su decoración; los cuadros o las estatuas no tienen cabida aquí, sin embargo algo tan básico como los bancos que están pintados de azul y reposan sobre una espesa alfombra de color granate hace que el interior brille con una luz especial. Ni siquiera posee las vidrieras tradicionales no, la luz entra a través de unas inmaculadas ventanas situadas en su pórtico principal.
El área que se adquirió en su día para la construcción de la iglesia albergó desde el primer momento enterramientos haciendo que en la actualidad todo el espacio sea utilizado como última morada de los edimburgueses.
Al igual que su compañero de Greyfriars el cementerio de Canongate Kirk podría ser considerado un parque, un área de descanso, eso sí, con historia entre sus grisáceas paredes recubiertas por musgo. Historias de personas anónimas que nos transmiten deseos o advertencias de la vida a los que aún seguimos aquí.
También posee moradores ilustres, el poeta Robert Fergusson (1750-1774) que falleció con apenas 24 años en un manicomio de Edimburgo. Su lápida fue encargada por Robert Burns quien se inspiró para ser poeta en el trabajo de Fergusson. La tumba fue restaurada en el 2010 limpiando la piedra y cambiando las piezas de herrería.
Otra de las tumbas más visitadas es la de Adam Smith (1723-1790) gran economista y autor de La riqueza de las naciones, hoy en día considerada una obra fundamental en la economía clásica. El imponente monumento funerario no posee símbolos funerarios significativos pero ahí radica su belleza.
Emotiva es la historia de Agnes Maclehose (1759-1841) nacida en Glasgow. Separada de su marido comienza una estrecha relación de amistad con Robert Burns, ambos comienzan una íntima correspondencia que ella firma bajo el nombre de “Clarinda”. Burns le dedicó varios poemas que no fueron publicados hasta el fallecimiento del poeta, el más afamado de ellos es “Ae fond kiss and then we sever” que incluye estas desgarradoras líneas:
“Si nunca hubiéramos querido ser amables, si nunca hubiéramos salido a ciegas, nunca nos hubiéramos visto, nunca nos hubiéramos separado, nunca lo hubiéramos visto, con el corazón roto”.
Así que si tenéis oportunidad de visitar Edimburgo no dejéis de pasear por los cementerios que tantas historias guardan en su interior.