Mujeres Ilustres: Agatha Christie

Sus novelas son las terceras más vendidas de todos los tiempos, tan sólo precedidas por la Biblia y William Shakespeare. Sus historias han sido traducidas a más de 103 idiomas, los personajes nacidos de su mente y su corazón son de todos sobradamente conocidos, tanto, que uno de ellos es el único personaje ficticio que tuvo un obituario en The New York Times cuando falleció en una de las novelas que protagonizaba.

Agatha nació un 15 de septiembre de 1890 en el seno de una familia de clase media alta; esto hizo que recibiera una esmerada educación rodeada de mujeres fuertes e independientes. En su hogar aprendió a leer a la edad de cuatro años, a pesar de que su madre tenía el convencimiento de que los niños no debían aprender a leer hasta los ocho años. También aprendió a escribir, aritmética y a tocar algunos instrumentos musicales como el piano y la mandolina.

Terminados sus estudios, estalla la I Guerra Mundial y Agatha conoce a Archie Christie, piloto de aviación con quien se casa y tiene a su única hija Rosalind. Durante este periodo la escritora trabaja como enfermera voluntaria en un hospital. Su contacto diario con venenos y fórmulas magistrales le hizo estudiar farmacología a la vez que gestaba lo que sería su primera novela, El misterioso caso de Styles, historia de corte policial donde una víctima moría envenenada y cuyo protagonista sería un sagaz detective de bigote tieso y pulcro en el vestir: Hércules Poirot.

Pero sus comienzos no fueron fáciles, presentó la novela a la editorial Hodder and Stoughton pero fue rechazada de inmediato. Volvió a probar suerte con otra editorial, The Bodley Head. La contestación se hizo esperar y esperar y esperar… dos años tardaron en contestarle de la editorial pidiendo que si cambiaba el final le publicaría el libro. Según los editores el único defecto de la novela es que era demasiado ingeniosa; aún así se vendieron 2000 copias.

Su marido regresa de la guerra y empieza a trabajar en Londres, pero su salario no cumple con las expectativas de la familia y Agatha comienza a escribir otro libro, aunque ella no tiene fe en su faceta de escritora; así nace El misterioso señor Brown; su buena acogida hizo que Agatha nunca dejará de escribir desde entonces.

El matrimonio parecía un tándem perfecto: ella incipiente escritora de éxito que comenzaba a ser reconocida, y él… bueno él comenzó a tener celos del éxito profesional de su mujer apartándose cada vez más de ella hasta que en 1928, después de un truculento episodio en el que Agatha desaparece durante unos días, se divorcian y toman caminos separados. Y no me meto en faena en este capítulo de su vida porque hay infinidad de artículos y vídeos al respecto, pareciendo así que lo más importante de la vida de esta magnífica escritora fue su vida privada, no su vida profesional.

Hasta entonces Agatha había escrito seis novelas, una colección de historias cortas y una serie de cuentos en distintas revistas. Especializada ya en novelas de crimen y misterio, Agatha escribió en 1928 El pan del gigante bajo el seudónimo de Mary Westmacott intentando desmarcase del rol que había adquirido como escritora. Le fue imposible, la novela no tuvo la acogida esperada.

Divorciada de Archie, siguió escribiendo novelas de misterio de las cuales nacerían, además del ya mencionado Hércules Poirot, Miss Marple, una encantadora anciana con un curiosidad innata y una capacidad analítica que hace esclarecer los más importantes casos de Scotland Yard. También nacieron de mano de esta escritora Tommy y Tuppence Beresford, presentados como una pareja de amigos y detectives privados que con el transcurrir de las historias se convierten en pareja para trabajar en una agencia de detectives.

Sin duda uno de los personajes a los que Agatha le puso más cariño fue a Ariadne Oliver. Si bien es cierto que no es la más conocida del elenco nacido de la pluma de la escritora, es en la que Agatha puso sus propias reflexiones siendo el alter ego de la novelista

En su vida privada Agatha también se vio recompensada; durante un viaje a Bagdad conoce al arqueólogo Max Mallowan y tras un breve noviazgo contraen matrimonio. Esta unión sería perfecta y duraría hasta el fallecimiento de la escritora en 1976. Sagaz y sarcástica la escritora dijo en su día: “Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará”. Ella lo sabía de primer mano.

El matrimonio viajó por todo el mundo; en cada país Agatha siempre encontraba musas que le inspiraran para sus novelas de misterio. El Medio Oriente le ayudó a fraguar Muerte en la vicaría, donde Miss Marple adquiere un total protagonismo en la historia. Asesinato en el Orient Express, novela por todos conocida (yo tengo en mi cabeza a Peter Ustinov, tengo una edad) se escribió en el Pera Palace Hotel de Estambul, edificio que aún mantiene intacta la habitación en homenaje a la escritora.

Incluso durante la II Guerra Mundial la especialización de Agatha en todo lo relacionado al misterio y a los venenos hizo que ayudara a resolver un caso médico totalmente desconcertante para los especialistas. Fue investigada por el MI5 por lo extraordinariamente bien que detallaba en su libro El misterio de Sans Souci la cacería a la que se vieron sometidos dos de los principales agentes de Adolf Hitler en el Reino Unido. La inteligencia británica sospechó que la escritora estaba al tanto de los planes de Hitler y comenzaron a investigarla, su entorno y sus contactos. Nada pudieron sacar en claro porque no había nada.

La vida para Agatha transcurrió sin más sobresaltos, durante estos años escribió sus obras más conocidas: El caso de los anónimos, Un cadáver en la biblioteca, Maldad bajo el Sol o Los Diez negritos. Novelas siempre protagonizadas por algunos de los personajes nacidos de su pluma y que la acompañarían de por vida.

Esta gran mujer que consiguió enganchar con sus hilarantes historias y que a lo largo de la historia ha conseguido hordas de admiradores y seguidores falleció de causas naturales un 12 de enero de 1976 en su residencia de Oxfordshire a los 85 años. Sus restos fueron inhumados en el cementerio de Santa María en Cholsey, donde una sencilla estela funeraria emerge directa del suelo. Seguramente se llevó algún misterio con ella.

Clara Redondo