Cementerio de La Chartreuse, Burdeos

 

 

El cementerio de Burdeos, o Cementerio de La Chartreuse, llamado así por la ubicación en la que está (un antiguo convento cartujo), nació de la necesidad, como en toda Europa, de cerrar los cementerios parroquiales, en especial de las ciudades grandes como Burdeos, y apartarlos del núcleo urbano para evitar enfermedades.

Un decreto del 10 de Septiembre de 1791 marca el nacimiento de este nuevo cementerio.

De sus primeros enterramientos no hay datos, ya que se hicieron en fosas comunes y no ha registros. La primera “celebridad” que se enterró en este camposanto fue Charles Delacroix, padre del pintor. En Mayo de 1817 fue bendecido por el arzobispo de Burdeos. Este cementerio de Burdeos fue uno de los pioneros en lo que llamamos hoy el turismo de cementerios, ya que Stendhal lo describió como uno de sus sitios favoritos para ir a pensar y leer.

A mitad del siglo XIX las fosas comunes son sustituidas por monumentos individualizados. El cementerio tiene ese aspecto tan monumental (no hay ningún nicho) gracias a la burguesía comercial de la época, que comienza a llenarlo de hermosos monumentos.

En 1881, con la seculiarización, el cementerio deja de ser católico para abrirse a otras religiones.

Sus monumentos antiguos contrastan con la modernidad del distrito de Meriadeck, en el que se encuentra.

La tumba más antigua del cementerio que sigue en pie pertenece a Nancy Andrews, esposa de un comerciante inglés que falleció en 1808; en ella hay dos epitafios, uno en francés y otro en inglés dedicados a su memoria. Se puede visitar una gran variedad de monumentos funerarios de los siglos XIX y XX (pirámides neoclásicas, capillas neogóticas, grupos esculpidos, etc.)

Además de los ya mencionados, y otros ilustres de la zona de Burdeos, en este cementerio se encuentra enterrada Flora Tristan, mujer de letras, precursora del feminismo y abuela de Paul Gaugin.

También podemos encontrar un templete que conserva el corazón del general Jean Victor Moreau, enemigo del emperador Napoleón I y un cenotafio que recuerda que Goya, muerto en Burdeos, fue enterrado aquí (aunque después trasladado, sin cabeza, ya que nunca apareció), a la Ermita de San Antonio de la Florida en Madrid.

Paloma Contreras