Cementerio de San Martín y San Ildefonso, Madrid

Fue inaugurado en 1849, y estaba situado en el camino de Amaniel, en lo que es el estadio de Vallehermoso. Hace 170 años, esa zona era las afueras de las afueras de la ciudad, y es que Madrid, como tantas otras ciudades del mundo, empezaban a crecer lo suficiente como para que, ya no solo no se pudiera enterrar dentro de las iglesias, sino que cualquier cementerio, y en especial sus cuerpos en descomposición, quedaran lo más alejado posibles de la vida cotidiana.

Con esa misma idea, la de dejar libre de epidemias a la ciudad, Wenceslao Gaviña, el arquitecto, diseñó un cementerio en el que no habría tumbas a tierra y además carecía de osario. Este dato es importante ya que cerca de donde se iba a construir el cementerio se hallaba, también en construcción, uno de los depósitos de agua de Madrid (como el que conocemos en Plaza de Castilla) y así se aseguraban la no contaminación de las aguas.

Y es que en esta época, ya habíamos sacado los cadáveres de las iglesias y habíamos empezado a enterrar extramuros, pero se nos olvidó el detalle de que Madrid tiene mucha vida acuática en el subsuelo (o igual no lo sabíamos aún) y los cementerios seguían contaminando las aguas de los ríos, Manzanares incluido. En este caso, al estar situado el cementerio de San Martín en las afueras y con la seguridad de que el agua potable más cercana iba a estar a unos cuantos metros de altura.

SPOILER: El depósito de aguas se vino abajo unos años más tarde, dando paso a varios hitos histórico-revolucionarios en Madrid. Pero esta historia os la contamos otro día.

Volvamos al cementerio. Gaviña, que también se había encargado de proyectar el cementerio de San Justo, varios panteones para la realeza isabelina (conservados en el Sacramental de San Isidro) y palacios, dispuso en los 30.000 metros cuadrados que tenía destinados, una “acrópolis clásica” , un lugar “hermoso y apacible como un vergel” según escribió Vicente Blasco Ibáñez en La Horda.

En este cementerio había mucho terreno que ocupaban pocos mausoleos, ya que principalmente estaba compuesto por nichos.

Tuvo cuatro patios: Santo Domingo, San Ildefonso, Nuestra Señora de la Paz y el del Santísimo Cristo. Junto a la puerta, porticada, había una grandiosa capilla.

“Su arquitectura, vista desde fuera, es una maravilla de severidad y buen gusto; una serie de columnas pintadas de encarnado sostiene el frontispicio”

“Al entrar y saludar al conserje le dije que debía de estar satisfecho por tener para sí el más romántico y uno de los más hermosos jardines de Madrid, sobre todo en verano, paseando entre las calles de cipreses, que las noches de luna forzosamente tiene que sentirse algo poeta, filósofo y sentimental”

 

Todo esto lo dijo Gutiérrez Solana, pintor de la época y que sentía gran predilección por todo lo que tuviese que ver con la muerte.

 

En él estuvieron enterrados los pintores Eduardo Rosales y Eugenio Lucas, Ángel Fernández de los Ríos, Antonio Velasco Zazo, cronista de la Villa, y nobles como los condes de Quinto, marqueses del Socorro, marqueses de Viluma y duques del Sevillano.

Pero pese a todos los medios puestos para sanear Madrid, volvimos a tener una epidemia de cólera. Entonces se planificaron dos nuevos cementerios, uno al Este y otro al Oeste de Madrid que englobaran todos estos pequeños cementerios que seguían estando demasiado cerca de acuíferos y que al final iban a estar más llenos que las calles de la ciudad. Así el 1884 se inauguró la Necrópolis del Este, o rebautizado también como Cementerio de epidemias (actual Cementerio de la Almudena) donde se trasladarían los restos de los inhumados en San Martín, San Luis y la Patriarcal.

Así pues, por orden y mandato, el 7 de Agosto de 1884 se clausuran los cementerios de San Martín, San Luis, Patriarcal, Generales del Norte y del Sur y Provincial, conservando los de San Isidro, San Justo, San Lorenzo y Santa María por encontrarse fuera de la zona de Ensanche y por lo tanto, sin riesgo para la población.

Los restos de San Martín se llevaron en su gran mayoría a la Necrópolis del Este. Durante la Guerra Civil se utilizaron sus nichos como zona de protección, pero acabada esta, se abandonó pese a tener proyectados unos jardines con las estatuas de todos los alcaldes de Madrid en ese espacio, aunque al final se convirtiera en el estadio que todos conocemos.

Fotos: Memoria de Madrid

Paloma Contreras

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