Una de las cosas que me resultan apasionantes de viajar por diferentes países, es, aparte del hecho en sí, el descubrir cómo son sus cementerios. Muy lejos me queda ya la idea de que van a ser todos «iguales», plantas y tumbas, así que cada viaje lo inicio con esa sensación de excitación ante los nuevos descubrimientos.
Aprovechando que habíamos llegado pronto a Trojane, el pueblecito en el que íbamos a dormir, decidimos recorrernos los pueblos de alrededor (aldeas, más bien) en busca de sus cementerios.
Esta era la zona por la que nos movimos:
Entre tanto frondoso bosque, hay humanos viviendo en pequeñas poblaciones. Una de ellas es Podlipovica, que ocupa 4 km y tiene 480 habitantes. Dudaba que una población tan pequeña tuviera su propio cementerio, cuando en la parte alta de este vi la iglesia y esas cruces asomándose que nos provocan una sonrisa a los que nos gustan estos sitios.
La iglesia, consagrada a San Hermágoras y San Fortunato, construida en en el siglo XVII, alberga el cementerio en el terreno de su alrededor. No hay cancela de entrada, es la misma escalinata que sube hacia la iglesia, ni muros, es como un pequeño parque de lápidas.
Impresionante la puerta de la iglesia. Lástima que estuviera cerrada.
El cementerio ocupa lo que es toda la planta de la iglesia, rodeándola, y además tiene focos de iluminación nocturna para que en ningún momento parezca un lugar tétrico por la noche. No sé si fue porque además se estaba poniendo el sol, pero me pareció uno de los lugares más bonitos y tranquilos que he visitado. Además encontré una tumba preciosa de esas que no te esperas ni por asomo que te vas a encontrar en un pueblecito perdido a dos mil kilómetros de tu casa: Un ser alado de rasgos femeninos con dos mariposas en lasmanos y una capa grabada con tres máscaras. Me hubiera encantado conocer su historia.