Que las familias de los Malagasi se reúnan no es tarea fácil: en este pueblo las típicas comidas de los domingos no sirven, y la única manera de que la familia entera pueda reunirse es en el Famadihana o también conocido como el baile de los muertos.
Dicho así suena como una fiesta de Halloween pero nada más lejos de la realidad; este rito funerario se remonta al siglo XVII y aunque en la actualidad está cayendo en desuso por la nuevas generaciones, aún se celebra, aunque eso sí, hay que esperar siete años que es el periodo que ellos estipulan para comenzar a celebrar el Famadihana.
Para saber un poco más de este peculiar y asombroso rito tenemos que conocer un poco más las creencias de los malgaches. Para esta tribu de Madagascar, las personas provienen a partir del cuerpo de sus antepasados (razonamiento lógico) y es por ello que a sus difuntos los tienen en muy alta estima. También conviven con la muerte; para ellos este final no es para siempre ni mucho menos, ellos creen que hasta que el cadáver no está reducido a polvo por la Madre Naturaleza sigue permaneciendo en el mundo de los vivos, incluso se puede comunicar con ellos.
Por eso el Famadihana es un momento mágico y con una gran carga emocional, un festival donde las familias se reúnen y celebran el parentesco con el fallecido, agasajado con todo tipo de honores y cuidados.
El día del Famadihana es fijado por el chamán de la familia. Ese día los familiares provenientes de distintos puntos se van congregando donde está situada la tumba de la familia. Esta suele estar ubicada bastante lejos, perdida entre colinas y arrozales. Estas criptas supone un gran desembolso para las familias, que llegan a ahorrar durante años para poder construir uno; aquí no hay motivo de discusión la cripta se construirá sí o sí, aunque se tarde. Incluso para ellos es un gran agravio que familias con posibles nos realicen este tributo a sus fallecidos.
Los preparativos previos se realizan con mimo por parte de los familiares; ropa nueva para los vivos, hay que celebrar la vida, elaboradas comidas para los invitados, y sobre todo las nuevas telas que servirán de sudario para sus fallecidos.
Con todo preparado las familias se disponen a vivir su festival: la música suena invitando a todos a bailar por los difuntos, los familiares que realizan el Famadihana se disponen a abrir las criptas para honrar a sus fallecidos, el ambiente es de júbilo y algarabía, la familia se vuelve a reunir.
La entrada de las criptas suele ser estrecha y en sus paredes se tallan dibujos de hojas y motivos florales; dentro esperan los muertos. Uno a uno son sacados de la tumba y sobre esteras los trasladan hacia el exterior donde la música no deja de sonar. Una vez están en el exterior, los disponen en el suelo y comienza el ritual del Famadihana.
Los ajados sudarios son cambiados por nuevos; son sencillas telas, algunas de ellas de estridentes colores; otras sin embargo se muestran de un blanco inmaculado. El ambiente sigue siendo festivo y los familiares se agolpan alrededor del muerto para acicalarle y darle algunos de sus caprichos mientras vivía. No es raro que si la fallecida era coqueta la pongan perfumes o algún toque de maquillaje, al igual que tampoco es raro si algún finado era aficionado a la cerveza se le “invite” a una en este momento de reunión familiar. Con la mortaja limpia, aseados y perfumados los cadáveres vuelven a sus criptas para esperar que pase el tiempo. Si la Madre Naturaleza actúa, puede que no vuelvan a “vivir” su Famadihana, pero si no lo hace, dentro de siete años vuelven a tener una reunión familiar.