La malaria es una enfermedad que apareció en el siglo XVII y que hoy en día sigue matando a millones de personas en el mundo. Difícil de erradicar, hasta el siglo XXI no se ha podido empezar a desarrollar una vacuna, que aún no es completamente eficaz. Esta enfermedad es y ha sido un quebradero de cabeza para todos los científicos a lo largo del tiempo.
Y muchos de estos estudios sobre el paludismo no se podrían haber logrado, o se hubiesen hecho más tarde, sin la figura de Mary Lura Sherrill.
Mary nació en 1888 en Salsibury, Carolina del Norte. Estudió en la escuela pública, donde su profesor de química le animó a continuar por ese campo. Estudió en el Randolph-Macon Woman`s College, una escuela para mujeres de Virgina, de la que salió licenciada en Química en 1909. Continuó estudiando, combinando enseñanza y trabajo; trabajaba como asistente de química en el laboratorio del colegio y a su vez estudiaba Física, cuyo título consiguió en 1911. Para su investigación de postgrado, estudió la síntesis de barbitúricos y del ácido metilenedilsalicílico (y ese “salicílico” seguro que nos hace pensar en qué invento de la Historia contribuyó su estudio)
Mujer inquieta y apasionada por la química, siguió estudiando en la Universidad de Chicago en verano, mientras seguía impartiendo clases durante el curso de invierno. Durante la I Guerra Mundial, formó parte del equipo de químicos que fueron reclutados para ayudar a su país. Patentó un gas que provocaba estornudos, muy utilizado como arma secundaria durante la guerra junto al gas mostaza y los gases lacrimógenos.
Después de la guerra se doctoró en la Universidad de Chicago en 1923. De ahí fue propuesta como profesora asociada de Química de la universidad en 1924, pasando a ser profesora titular en 1931, y jefa del departamento de Química en 1946. Allí conoció a Emma Perry Carr, también importante química en el campo de los espectros ultravioletas, y juntas trabajaron en Mount Holyoke, convirtiéndose en grandes amigas, tanto que incluso viajaban y vivían juntas. Algunos de estos viajes le hicieron continuar con sus estudios en Europa, en Bruselas, Oxford y Viena.
Durante la II Guerra Mundial, era difícil obtener quinina para el tratamiento de la malaria, lo único que resultaba semi efectivo en la época. Comprender la acción de los compuestos orgánicos de la malaria y encontrar tratamientos alternativos se convirtió en el primer objetivo de su equipo, encabezado por ella y Emma. Así consiguieron una síntesis de medicamentos antipalúdicos, base para los desarrollos posteriores.
Mary y Emma dedicaron su carrera a la mezclar la docencia con la práctica; sus alumnos y colegas de la facultad participaban activamente en muchos de los proyectos, estableciendo la relación entre aprender enseñando y enseñar aprendiendo.
Recibió la Medalla Garvan en 1947, el premio más prestigioso para las mujeres Químicas en 1947. Se retiró de la enseñanza en 1954, y falleció un día como hoy, 27 de Octubre de 1968 en High Point, Carolina del Norte.