Historias de cementerios: La Dama del Musgo

13 de Agosto de 2016. Cementerio de Père Lachaise en París. Aunque tenía muchas ganas de visitar el cementerio porque sí, mi visita estaba centrada en un único objetivo, encontrar la portada de este disco de Dead Can Dance, uno de mis favoritos.

Hasta el momento sabía poco, que pertenecía a la Familia Raspail y que estaba en ese cementerio. Como pista era un poco débil, pero confiaba en encontrarla.

Inicié mi paseo por el cementerio con la ilusión con la que se empiezan estos paseos: fotografiando absolutamente todo, metiéndome entre las callejuelas, con los ojos desorbitados entre tanta belleza. Cuando llevaba 300 fotos y apenas había avanzado 100 metros, respiré hondo y decidí centrarme y coger un camino más o menos recto y lógico. Dos minutos más tarde estaba tres calles más para allá de mi objetivo porque no dejaba de ver la siguiente foto que quería hacer mientras aún no había acabado de tomar la que estaba haciendo. Ojos camaleónicos.

 

Volví a intentar centrarme por enésima vez en mi búsqueda. Mira panteones. Y de panteón en panteón llegué a la tumba de Jim Morrison. Apoyé el hombro en un panteón que había al lado esperando a que otras personas acabaran de hacer la foto y ya que la había encontrado aprovechar y hacerla yo, y me puse a mirar alrededor.

Entonces la vi.

Estaba un poco lejos y saqué la cámara para ver si era real lo que veía.

Hice la foto.

La miré en la pantalla.

Ahí seguía.

Volví a mirarla directamente a los ojos. No desaparecía. Quise preguntarle a alguien de alrededor si veía lo mismo que yo o estaba en pleno ataque de pareidolia por deshidratación.

Como era lógico, pasé mucho de Jim Morrison en ese momento. Fui hacia ella, en la foto se ve que no se puede ir en línea recta así que tuve que dar un pequeño rodeo hasta alcanzarla. Cuando llegué frente a ella, mi dama había desaparecido. Musgo y sombras cubrían una lápida en cuyo nombre ni siquiera me fijé.

Volví con la intención de hacer la foto al Sr. Morrison. A la vez seguía mirando en la pantalla de la cámara a mi Dama de Musgo. La conocía. La había visto antes.

Y pensé: Si eres una dama del cementerio, seguro que sabes dónde está la tumba que busco.

Y lo sabía tanto que hizo que se me olvidara que iba a ver a Jim y siguiera andando. Y que fuera simplemente paseando, sin hacer fotos, solo admirando las bellezas de piedra que había a mi alrededor. Me entró sed y paré a beber agua. Dejé la mochila en el suelo para sacar la botella, me agaché, y empecé a beber. Y haciendo el gesto de levantar la cabeza para echar el trago, la vi. Cuando dejé de toser por el atragantamiento busqué cómo llegar hasta ella (si habéis estado en el cementerio sabréis que saliendo de los caminos principales, algunos accesos son complicados) y trepé, porque literalmente lo hice, hasta allí.

La sonrisa del gato de Chesire era una mueca comparada con la mía. El sitio era muy estrecho, así que como pude me coloqué enfrente, saqué los auriculares y me puse esta canción:

 

Lagrimones como puños, claro. Cuando acabó la canción ya pude ponerme a hacerle fotos.

 

En ella descansan François-Vincent Raspail (1794-1878) y su esposa Henriette-Adélaïde Raspail (1799-1853). La imagen representa a la esposa cubierta por su sudario que se despide de su marido. Es una doliente ya fallecida. No sé si hay muchos casos, pero yo creo que es el primero que veo.

La obra pertenece a Antonine Étex (1808-1888), escultor, pintor y arquitecto francés cuyas obras más destacadas, entre otras, son La Resistencia, que se encuentra en la fachada este del Arco de Triunfo de París, o la misma estatua de Napoleón en Los Inválidos, además de la tumba de Gericault, con el relieve de La Balsa de la Medusa.

Al terminar, di gracias mentalmente a mi Dama del Musgo por la ayuda.

Cuando llegué dónde me estaban esperando, mi sonrisa de felicidad lo delataba todo.

– No puedes disimular que la has encontrado- me dijeron – ¿Cómo ha sido?

– Me ha ayudado una chica – contesté. No di más explicaciones.

 

Paloma Contreras