Grandes funerales: María Guerrero

 

 

 

Estudió Arte Dramático de la mano de la actriz Teodora Lamadrid. Y cinco años después, con tan sólo 23 años debutó como primera actriz en el Teatro Español. Trabajó con denuedo hasta que, en el año 1894, consiguió crear su propia compañía. En el año 1896 se casó con el aristócrata Fernando Díaz de Mendoza, que a su vez era empresario, actor y director de teatro. Junto a María formó una nueva compañía teatral que recorrió América con un considerable éxito. Tuvieron dos hijos, Luis Fernando y Carlos Fernando, pero ello no les impidió realizar una espectacular gira por el continente americano, Francia, Bélgica e Italia. Más de cien obras teatrales con un gran éxito en todas ellas.

 A pesar de ser una mujer tan transgresora, fue tan dominante y  autoritaria que no reconoció a su nieto, Fernando Fernán-Gómez. Hijo de su primogénito con la actriz Carola Fernán-Gómez, María no aceptó que su hijo se quisiera casar con una actriz y consiguió que Carola fuera contratada en una larga gira por Latinoamérica, pero ella ya estaba embarazada.

A finales del año 1927 volvieron a instalarse en Madrid debido a la enfermedad de la empresaria: esclerosis de riñón.

El 23 de enero de 1928, a las 10 de la mañana, falleció María Guerrero de Mendoza, condesa de Balazote y de Lalaing, marquesa de Fontanar y primera actriz de todos los teatros españoles, cuando estaba a punto de estrenar la obra “Doña Diabla” de Luis Fernández Ardavín.

Falleció en el teatro que tanto amaba. La capilla ardiente se instaló al día siguiente sobre el escenario para que todo el que quisiera pudiera despedirse de tan admirable mujer.

En lo alto del escenario se habían colgado enormes cortinas de terciopelo negro con franjas amarillas, y en el centro, sobre un catafalco, el féretro; a los pies estaba la bandera de la Juventud Socialista Madrileña; en la cabecera se alzaba el estandarte del Sagrado Corazón de Jesús. Formando un círculo alrededor, se encontraban todos los ramos y coronas enviados por amigos y familiares, más de cien. La sala por completo estaba cubierta de paños blancos y a los pies de las plateas, los ramos y coronas, además de en el vestíbulo, se amontonaban. Miles de madrileños pasaron por el escenario del teatro para dar el último adiós a la gran actriz. Tal fue el tumulto, que incluso tuvieron que intervenir las fuerzas del orden pues se acercaba la hora del entierro y aún las colas kilométricas rodeaban el teatro. Esta partía desde la puerta del teatro y bajaba por las calles Tamayo, Almirante, Recoletos, Bárbara de Braganza, Marqués de la Ensenada y Génova.

Multitud de asistentes presenciaron los funerales: escritores, políticos, pintores, personas de a pie,…. Cabe destacar la ausencia de D. Ramón del Valle Inclán. Dicen que el escritor sentía tanta antipatía por María, que a pesar de que sus íntimos le suplicaron que hiciera acto de presencia, se negó en rotundo. Se calcula que desfilaron más de 100.000 personas.

Los Reyes de España enviaron una corona de flores con cintas de los colores de la nación, con la siguiente inscripción: “Sus Majestades a María Guerrero” y un crespón negro: “Alfonso XIII, Rey de España”.

A las tres y media de la tarde, el arca fue bajada a hombros del escenario por sus hijos, Fernando y Carlos; a estos los acompañaban el conde de San Luis, don Juan Ignacio Luca de Tena, Luis Fernández Ardavia y Eduardo Marquina. La carroza, tirada por seis caballos, fue decorada en los costados con las coronas enviadas por Alfonso XIII, Jacinto Benavente, el Ayuntamiento de Madrid, la compañía de teatro del Calderón y una enorme cruz de claveles blancos de sus hijos.

 

La calle Alcalá dirección a Cibeles estaba repleta de gente esperando la comitiva; el homenaje que le rindieron los diferentes teatros de la ciudad fue espectacular: el teatro Alcázar crespones negros de sus balcones; al pasar por el Infanta Isabel, una orquesta interpretó la marcha fúnebre mientras que los artistas de la compañía lanzaban ramos de flores al carruaje; en el teatro Apolo, la orquesta del teatro interpretó la marcha solemne de Benamor, del maestro Luna, y los integrantes de las compañías se iban integrando al duelo, que lo formaban ya más de 10.000 personas. Todo, todo Madrid, se unió al cortejo fúnebre. El momento más emocionante fue la llegada al teatro Español, el teatro en el que había cosechado sus mayores triunfos; la plaza de Santa Ana, abarrotada, rompió en un silencio que sólo fue roto por los cascos de los caballos y el sonido de los coches fúnebres, sobre los que caía una lluvia de pétalos de rosa lanzada por sus acongojadas compañeras de profesión.

Fue tal la afluencia de público que llegó a la Almudena, donde tuvo lugar el entierro, que el camposanto tuvo que ser cerrado. Más de 1.000 coches formaron el cortejo fúnebre, más las 5.000 que llegaron a acercarse andando.

Anochecía ya, y los criados y porteros y ordenanzas de la Sociedad de Autores encendieron antorchas que hicieron más majestuoso aún el entierro si cabe. De coche fúnebre descargaron el féretro a hombros Eduardo Marquina, los hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches t Luis Linares de Becerra.

El momento más emotivo fue la presencia de su marido, que los médicos, por su delicado estado de salud, le aconsejaron no asistir al sepelio. Llegó en un taxi en el momento en que el arca iba a ser colocada. Se abrazó desconsolado a Jacinto Benavente exclamando: “Se acabó para siempre”.

.Sus restos mortales descansan en la segunda mesetam Cuartel 3, Manzana 1. Su marido, Fernando Díaz de Mendoza se encuentra enterrado junto a ella, en una sencilla sepultura.

 

 

 

Paloma Contreras