Grandes funerales: Eva Perón

 

“Son las 20:25, hora en que Eva Perón pasó a la inmortalidad”.

 

Con estas lapidarias palabras, varias emisoras radiofónicas de Argentina comunicaron la hora del fallecimiento de la única persona a quien el Congreso Nacional otorgó el título de “Jefa Espiritual de la Nación”.

¿Cómo escribir de una mujer cuyo origen fue humilde pero llegó a movilizar a una nación entera con su oratoria? De todo lo leído, oído y visto que ha caído en mis manos sólo saco una conclusión, Eva Perón “Evita”, como le gustaba que le llamasen, era una mujer excepcional que veló por los intereses de los más pobres, de los más necesitados; niños, mujeres, ancianos y toda la clase obrera eran su vida.

Por eso no es de extrañar que cuando un fatal cáncer de útero ganó la batalla a esta mujer peleona el país se echara literalmente a la calle para despedirla.

Eva Perón comenzó a sufrir los azotes del cáncer en 1950, lo que iba a ser una sencilla operación de apendicitis realizada en enero de ese año hizo ver a los médicos Oscar Ivanisevich y Abel Canónico que esa dolencia era unos de los primeros síntomas.

Aproximadamente un año más tarde fue intervenida quirúrgicamente por el afamado médico oncólogo estadounidense George Pack. Poco se pudo hacer, pues después de posteriores sesiones de radioterapia, un 18 de julio de 1952 Eva Perón entró en una espiral de estados comatosos de la cual no saldría airosa.

Eva Perón exhaló su último aliento un 26 de julio de 1952. Hacía frío y caía una fina lluvia; una hora más tarde el locutor J. Furnot informaba al pueblo de la República del óbito, y esa fina lluvia comenzó a caer de manera más incesante, toda Argentina llora la pérdida de su “Evita”. Empezaba la leyenda.

Esa misma noche se declararon tres días de paro y el gobierno estableció un duelo nacional de treinta días. Se apagaron las luces de la ciudad; los teatros, cine y demás salas de espectáculos cancelaron sus funciones, los restaurantes cerraron. Había llegado el momento de preparase para acudir a la capilla ardiente de quien dio tanto por ellos.

Los restos de Eva Perón fueron embalsamados por el Dr. Español Pedro Ara y conducidos al Ministerio de Trabajo y Previsión en donde se instaló la capilla ardiente y fue velada hasta el 9 de agosto. Dos millones de personas se congregaron en las inmediaciones para seguir el cortejo fúnebre; en ese momento Eva se dio su último baño de masas: claveles, orquídeas, crisantemos, alhelíes y rosas fueron cayendo desde todos los puntos cercanos al féretro.

También se contrató a Edward Cronjagar, cámara de la 20th Century Fox, para filmar y dejar para la posteridad el funeral de Evita. De este material recopilado vio la luz un documental llamado “Y la Argentina detuvo su corazón”. Las condolencias llegaban de todos los puntos del mundo, unos políticamente correctos, otros, tremendamente exagerados. Hubo quien comparo a Evita con Isabel la Católica o Marie Curie; también hubo reclamos al Papa para la canonización. Sin duda el discurso más ajustado a Eva Perón fueron las palabras de Juanita Larrauri: “Jamás tantos lloraron con tantas lágrimas una pena tan honda para su corazón”.

 

 

Mientras, el gobierno dio prioridad a la construcción del Monumento al Descamisado, proyectado en base a una idea de Evita y que hubiera debido ser su tumba definitiva.

Decimos hubiera porque de todos es bien sabido que Eva Perón no descansó. En ese momento Argentina vivía tiempos convulsos a nivel político; durante la Revolución Libertadora que se encargó de derrocar al presidente Juan Perón y una noche del 22 de noviembre de 1955 con premeditación, alevosía y ordenado por el dictador Pedro Eugenio Aramburu, un comando entra por la fuerza en el edificio de la CGT, y después de forcejear con fuerza bruta llegan a la segunda planta del edificio donde se encontraba la capilla con Evita.

Pero una cosa es robar el cadáver y otra cebarse; estos personajes no sólo quemaron las banderas argentinas que había sobre el cuerpo, sino que también orinaron sobre ella antes de llevárselo. Aquí comenzó el periplo macabro y perverso de los restos. El cabecilla del comando Moori Koening dejó el cuerpo inerte de Eva en una camioneta, para hacer más sangre a la ya conmocionada población por el robo de su Evita. La furgoneta estuvo durante meses aparcada por distintas calles de Buenos Aires, nunca los argentinos habían estado tan cerca de Eva Perón sin saberlo.

La paranoia del comando era tal que una noche asesinaron a una mujer embarazada que pasaba por allí al confundirla con un miembro del comando peronista. Ante esto Koening no tuvo mejor idea que llevarse el féretro a su oficina y ponerlo de pie a modo de elemento decorativo, todo un despropósito.

El dictador destituye a Koening y el cometido de sepultar en el anonimato a Eva Perón recae en las manos del coronel Héctor Cabanillas. El 23 de abril de 1957, Eva comienza un viaje a bordo de un barco hacia Génova; en el féretro y para despistar a quien la buscaba rezaba otro nombre: María Maggi de Magistris, y con ese nombre fue enterrada en la tumba número 41 del campo 86 del Cementerio Mayor de Milán.

No fue hasta 1971 cuando Alejandro Agustín Lanusse, dictador por aquel entonces, ordenó al coronel Cabanillas la vuelta del cuerpo de Evita. Después de tantos años, las especulaciones y el mito se habían agrandado tanto que ya nadie podía contrastar lo ocurrido. Lo que se sabe que los restos de Evita fueron exhumados y devuelto a Perón en la Embajada Argentina en Madrid. Examinados los restos, contrastan que falta un dedo cortado premeditadamente y que presenta un pequeño aplastamiento en la nariz. Pero el viaje de Eva Perón aún no había terminado, había que regresar a Argentina.

Fue un 17 de noviembre de 1974 cuando la presidente María Estela Martínez de Perón retorna los restos de Eva al país. Lo dispone todo para que Eva descanse temporalmente en la quinta presidencial de Olivos, mientras se comienza a proyectar el Altar de la Patria, un gran mausoleo que acogería el descanso eterno (esta vez puede que sí) de Eva, Juan Perón y todos los próceres de Argentina.

Tampoco pudo ser y en 1976 la dictadura militar toma el poder, un 24 de marzo entregan el vapuleado y agotado de tanto viaje cuerpo de Eva a la familia Duarte. Por fin llega su ansiado descanso y es enterrada en la bóveda de la familia posee en el Cementerio de la Recoleta, donde descansa desde entonces.

Eva, descansa en paz que te lo has ganado con creces.

 

 

Clara Redondo