Todos sabemos que las guerras no son buenas y siempre muere mucha gente. Tenemos ese concepto interiorizado, yo la primera, pero creo que no he sido consciente de la realidad de las muertes hasta conocer la zona de Serbia, Bosnia y Croacia, donde desde hace 25 años los cementerios se comen gran parte del paisaje de estos países.
La gran mayoría, por no decir todos los que se ven, son de religión musulmana. Es muy difícil encontrar un cementerio con cruces católicas a no ser que sea en las grandes ciudades. Entiendo que responde a que la religión musulmana no permite el traslado del cadáver a otro lugar, es decir, donde uno fallece ha de ser enterrado (al igual que para los hebreos). En cambio, los cementerios de Belgrado y Sarajevo, ciudades grandes, si tienen zonas dedicadas enteras a los caídos en la guerra con su cruz católica.
Mostar es una de las ciudades que más sufrieron los bombardeos por encontrarse en un valle. La ciudad fue asediada durante 18 meses, bajando su población de 126.000 personas a ser casi insignificante entre muertes y personas que salieron huyendo.
Actualmente la ciudad de Mostar tiene 8 cementerios. Para que os hagáis una idea, es como si Cádiz, que actualmente ni tiene camposanto, tuviese 8. O Jaén. O León. O Parla.
Donde cualquier otra ciudad tendría un parque, en Mostar hay un cementerio. Por las calles, en cualquier terreno, en los patios de las iglesias, e incluso, como el que visitamos nosotros, atravesado por una de las vías principales de la ciudad.
Al visitarlo me dio por primera vez la sensación de estar en un cementerio triste. Un cementerio del horror, en el que la gran mayoría de las tumbas no deberían estar ahí aún. Hay tumbas antiguas, del siglo XIX, por lo que debió ser uno de los cementerios de la mezquita principales de la ciudad. Ahora es un cementerio en el que se repiten las fechas de 1992 a 1995 hasta llegar a doler, tanto como el ver las lápidas que señalan la tumba, con esa forma de obelisco característica de los cementerios musulmanes de la zona Este de Europa, una y otra vez. Pocos de ellos están decorados, solo los pertenecientes a las tumbas más antiguas, cuando en Mostar se enterraba por ley de vida y no por acción bélica.