En Madrid no solo tenemos, o hemos tenido, ataúdes dentro de las sepulturas en los cementerios, sino también mucho más cercanos, “a pie de calle”.
Donde ahora se encuentra el bellísimo edificio Metropolis que da la bienvenida a la Gran Vía de Madrid, se encontraba la Casa del Ataúd, llamada así porque su fachada era muy estrecha (tan solo 5 metros) y los madrileños somos muy guasones. Estaba dedicada en su totalidad al alquiler de habitaciones, algo muy común en el siglo XIX. Fue derribada para la construcción de la Gran Vía.
Pero seguimos teniendo edificios con forma de ataúd en Madrid. De hecho, uno bastante importante: el Teatro Real.
En el lugar donde está ubicado, existía un barranco, el del Arenal, en el que los musulmanes, durante la Edad Media, tiraban los cadáveres de los fallecidos durante la Reconquista.
En el siglo XVIII, esta zona de Madrid se nivela a base de arena hasta la Puerta del Sol (si nos fijamos en los azulejos que hay con su nombre por la Calle Arenal podemos ver una representación de estos trabajos).
Acabadas las obras, ya en el siglo XIX, Isabel II quiere continuar la construcción del Teatro Real cerca del Palacio Real, como ya había promovido Fernando VII. El arquitecto, Antonio López Aguado, que disponía de vía libre para diseñar el edificio como quisiera, le dio una forma hexagonal, cuya fachada principal miraría al Palacio Real, y la menos importante, a la actual plaza de Isabel II. Se dice que esta forma no es casual, que el arquitecto conocía la historia de la zona en la que iba a construir el edificio y escogió la forma en conmemoración de lo que significó esa zona en el antiguo Mayrit.
Y cómo no, también teníamos una calle, no nombrada así, pero a la que se le conocía como “calle del Ataúd”. En ella vivían los enterradores del cementerio de San Martín, que se encontraba en el convento del mismo nombre. Las personas que no podía pagarse un entierro, eran trasladados en un féretro “común” hasta este cementerio. Este ataúd siempre se encontraba en la puerta de la casa, por lo que acabó dándole nombre a la calle. Es la actual Travesía de Trujillos, que casualmente, da a la calle Trujillos que en su momento fue conocida como el “callejón de los Muertos” ya que allí fueron acumulados los cadáveres de las personas que fallecieron durante una de las epidemias que asolaron la ciudad por falta de espacio en los cementerios.