Hay que reconocer que gracias a la lucha de muchas mujeres a lo largo de la historia hoy en día muchas de nosotras tenemos acceso a una educación y a la libertad de poder elegir cualquier profesión. Aún queda mucho por hacer, mucho por luchar para realmente conseguir que hombres y mujeres se igualen en muchos ámbitos, pero se conseguirá.
A finales del siglo XIX que una mujer fuera médica, profesora y feminista no entraba precisamente dentro de lo establecido por la sociedad. Sophia Louisa Jex-Blake fue una de “esas” mujeres que salió de los cánones de la sociedad para poder vivir en libertad haciendo lo que amaba.
Nacida en Inglaterra el 21 de enero de 1840, al ser mujer se esperaba que se educara para que en un futuro “se casara bien”. Pero Sophia no parecía haber nacido para eso, todo lo contrario. Durante su infancia acudió a distintas escuelas privadas del sur de Inglaterra, y, cuando se suponía que debía de dejar los estudios para concentrarse en su futuro matrimonial Sophia se inscribe en Queen´s College de Londres, para disgusto de sus padres.
No sólo eso, además mientras estudiaba aceptó un puesto como tutora de matemáticas y vivía en la casa de Octavia Hill, una de las principales reformadoras sociales de Inglaterra. Otra vez para disgusto de sus padres Sophia comenzó a recibir un sueldo por su trabajo; pero su familia no esperaba que su hija se ganara la vida de esa manera, de hecho le obligaron a renunciar a su salario.
Cansada, harta o hastiada Sophia viaja a los Estados Unidos para aprender más sobre la educación de las mujeres; a ella le habían puesto muchas trabas y quería vivir si era así en otras ciudades. Allí visita varias escuelas y hospitales; en Boston visita el Hospital de Nueva Inglaterra para Mujeres y niños, donde conoce a una de las médicas pioneras del país, la Dra Lucy Ellen Sewal, quien se convirtió en una amiga importante y para toda la vida.
Durante un tiempo Sophia trabajó codo con codo con la doctora Ellen, ayudando en todo lo relacionado con la sanidad a mujeres y niños. Sectores de la sociedad olvidados en cuestión de sanidad. Este sería un punto de inflexión, aquí se dio cuenta de que quería ser médico.
En 1867 escribe al rector de la Universidad de Harvard solicitando su admisión en la Escuela de Medicina. ¿La respuesta? Cito literalmente: “No hay ninguna disposición para la educación de las mujeres en ningún departamento de esta universidad”. Ante tal bofetón de realidad por parte de la sociedad Sophia esperó un año para poder asistir a una nueva facultad de medicina establecida por Elizabeth Blackwell en Nueva York, pero en ese mismo año fallece su padre y debe regresas a Inglaterra para estar con su madre.
Perseverante, Sophia estaba decidida a buscar formación médica en el Reino Unido; se inclinó hacia las universidades escocesas que ya por aquellos tiempos “permitían” que algunas mujeres estudiasen en sus aulas. Solicita estudiar en la Universidad de Edimburgo y a pesar de que la Facultad votó a favor de su ingreso ,el Tribunal de la Universidad rechazó su solicitud; la excusa no podía ser más penosa: no podían hacer los arreglos necesarios en el interés de una dama.
Harta, por no hay que otra palabra para definir el estado de Sophia, se publicita en algunos periódicos nacionales pidiendo que las mujeres que estuvieran en su situación alzaran la voz y se unieran a ella. Obtiene respuesta y en el verano de 1869 un grupo formado por cuatro mujeres más ella misma solicitan la matriculación en la Universidad de Edimburgo. Esta vez no pudieron acallar las voces y se aprobó el ingreso de Sophia y sus compañeras. Hoy, la Universidad de Edimburgo se vanagloria de haber sido la primera universidad británica en admitir mujeres.
A medida que las mujeres comenzaron a demostrar que podían competir en igualdad de condiciones con los estudiantes varones, la hostilidad hacia ellas comenzó a crecer. Recibían cartas obscenas, las seguían a sus casas y las ponían petardos en la puerta. El punto álgido llego un 18 de noviembre de 1870 cuando las mujeres se presentaron a un examen de anatomía en Surgeons´s Hall y una horda de hombres enojados las arrojaron barro y basura, todo ello acompañado de un amplio repertorio de insultos.
Esto hizo que los miembros más influyentes de la Facultad de Medicina persuadieran a la Universidad para rechazar la graduación de las mujeres, gracias a la cordura o a quien sea la campaña fracasó y otras muchas mujeres se unieron a la causa y completaron allí sus estudios.
Terminados sus estudios Sophia ayuda a establecer la Escuela de Medicina de Londres para Mujeres. A su vez continuó con sus estudios y sus luchas por la igualdad entre hombres y mujeres en la medicina. Una de sus campañas fue que creara es estatuto para que se pudieran otorgar licencias medicas a todos los solicitantes calificados cualquiera que fuera su sexo. Lo consiguió y Sophia por fin pudo estar registrada en el Consejo Médico General del país.
Preocupada por la salud de las mujeres pobres de Edimburgo Sophia alquila una casa en junio de 1878 y allí abre lo que sería una clínica ambulatoria para poder atender a las mujeres que lo necesitaran por unos pocos peniques. Gracias a su perseverancia en 1886 consigue fundar la Escuela de Medicina de Edimburgo para Mujeres, la pequeña clínica se convirtió en Hospital convirtiéndose en el primer hospital de Escocia para mujeres atendidas exclusivamente por mujeres.
Allí también se convirtió en profesora, conoció al amor de su vida la Dra. Margaret Todd y juntas dirigieron el hospital durante más de 16 años. Cuando llego el momento de su retiro la pareja se mudó al sur de Inglaterra donde pasó los últimos años de su vida. Su casa era con continuo trasiego de antiguos alumnos y de todas las personas vinculadas a la medicina, al arte y a la literatura.
Sophia Jex-Blake falleció un 7 de enero de 1912 dejando una imborrable huella para las generaciones venideras. Esta gran mujer descansa en St Denys Churchyard, Inglaterra.