El 21 de Septiembre de 1835 se firmó un decretro ley que obligaba a todas las poblaciones a construir cementerios públicos para que se enterraran los muertos. Al principio, los habitantes de Oporto no acogieron esta medida con gran satisfacción, ya que como en toda Europa, estaban acostumbrados a los enterramientos dentro de las iglesias.
Pero la Iglesia cada vez se veía más incapacitada a la hora de gestionar un número cada vez mayor de fallecidos, lo que llevaba a las situaciones de insalubridad y epidemias, como fue en su caso el cólera.
Después de cierta reticencia a la hora de escoger el espacio una vez que su construcción se convirtió en una prioridad, se escogió una quinta en el Prado del Obispo, ya que era la que mejores condiciones presentaba para la construcción del cementerio. Se inauguró a finales de 1839, y desde el primer momento se convirtió en un museo al aire abierto, ya que en su interior existen obras de artistas portugueses importantes, como Soares dos Reis y Teixeira Lopes, además de tener numerosas construcciones de valor histórico y artístico, y sentimental por las varias personalidades portuguesas que allí descansan.