El jueves pasado dos de nosotras nos acercamos al cementerio de San Isidro, donde se estaban celebrando las jornadas Ad Eternum, en las que dos (maravillosas) guías, Ana y Ainara, tenían preparadas para los asistentes, dos rutas igual de fantásticas por diferentes sepulturas de este precioso cementerio.
Las rutas se llamaban del Amor y de la Razón. Saber que solamente íbamos a poder asistir ese día (aunque han durado nueve días, era el único que teníamos libre) nos dio una rabia increíble, así que tardamos unos segundos en decidirnos, porque la presentación que hacen Ana y Ainara es tan atrapante que cuesta elegir una. Al final nos decantamos por la del Amor, y bueno, aún nos dura el buen sabor de boca que nos dejó.
Conocimos once historias preciosas, que me encantaría contar una a una pero preferimos que se las escuchéis a Ainara directamente porque escritas no podemos darle ni la mitad de pasión que le pone ella al contarlas. Aún así, con su permiso, le dedicaremos a dos de ellas un post especial porque nos gustaron tanto que queremos ayudar a su propagación para que no caigan en el olvido.
Durante dos horas, que se nos hicieron cortas, muy cortas, gracias a Ainara pudimos conocer, entre otras,la historia de los Duques de Denia y su precioso mausoleo (vilipendidado por guerras y creencias) con las mejores vistas de Madrid (hasta la construcción del Calderón, ejem). En su interior, se puede ver un Cristo crucificado obra de Benlliure que ya sólo por poder admirar tan de cerca esta maravillosa obra de arte, merece la pena la visita.
Cada una de las sepulturas de la ruta está marcada por un jarrón con unos claveles rojos en los que nosotros también fuimos depositando los claveles que Ainara nos facilitaba. Nos ha gustado tanto ese detalle que cada vez que vayamos (porque con ruta o sin ella el cementerio de San Isidro es para visitarlo tumba a tumba), ya tenemos pensado llevar claveles para volver a dar las gracias, o saludar, u homenajear a las personas de las historias que hemos conocido, y a las que descubriremos.
También conocimos la historia de Paco, un perro del siglo XIX al que una mala crítica taurina sesgó la vida (esta historia es maravillosa) frente a la sepultura de Frascuelo; después nos quedamos prendadas de las diferentes historias de amor que han quedado enterradas (que no olvidadas) en este cementerio; amor de amantes, amor trágico a bordo del Titanic de origen español, mucho amor filial, de padres a sus hijos (entre la que se encuentra Anita, visita de la que es difícil salir sin lágrimas en los ojos), de hijos a sus padres y de desconocidos visitantes del cementerio a Gonzalo.
Tengo que reconocer que yo personalmente, escondida tras las gafas de sol, derramé unas cuantas lágrimas en algunas de las historias; no sólo por la historia en sí, si no por la pasión que transmite Ainara al contarla y que te envuelve de tal manera que es imposible no acabar con los ojos llorosos como ella. No tenemos más que palabras de admiración, de verdad.
Hubo dos historias que nos gustaron especialmente , que son de las que queremos hablar más detenidamente, pero os daremos una pista: como bien dijo Ana en la presentación, una de ellas pertenece a la que yo creo que todos, como niños, le debemos la vida, (y como padres ya no os quiero ni contar), una gran olvidada de la historia; la otra, dedicada al amor entre dos mujeres que pasó desapercibido en su época por eso, por ser mujeres.
Fueron dos horas maravillosas. Por un lado daba pena ver como el ramo de claveles se iba quedando cada vez más vacío, pero por otro lado teníamos la satisfacción de haberlos dejado a personas que se lo merecían. Y estábamos encantadas de haber podido participar en este pequeño homenaje.
Solo podemos dar mil gracias a Ainara por hacernos sentir lo que nos hizo sentir, todo lo que aprendimos y la buena sensación que nos dejó y que días más tarde aún nos dura. Ana, la siguiente vamos contigo porque de vez en cuando necesitamos algo de razón en nuestras vidas, aunque el jueves nos dominara la pasión.
Gracias, muchas gracias por todo.