Las catacumbas de París
Historia de las catacumbas
En París, dese la Edad Media, se habían realizado los enterramientos dentro y alrededor de las iglesias. El osario de las Catacumbas de París se crea en 1786 para reunir los huesos procedentes de los cementerios del centro de la ciudad, ya que con la Revolución, vivos y muertos compartían espacio y no era demasiado salubre la situación.
El teniente general de policía Lenoir es el encargado de crear un osario municipal, y el espacio que elige son las canteras abandonadas de Tombe-Issoire.
El cementerio de los Inocentes es el primero en transferirse al osario. En este cementerio acababan todos los cadáveres de la morgue y del hospital cercano; en 1785 había enterrados más de 90.000 cadáveres y su suelo se levantaba ya dos metros y medio del suelo. El hedor en la zona era insoportable. El 16 de noviembre de 1786 el Arzobispo de París ordenó el traslado del cementerio, que llevaba clausurado desde 1780.
Unos meses antes, el 7 de abril de 1786, ya habían sido bendecidas las canteras de Tombe-Issore como lugar de nuevo reposo de los parisienes fallecidos. El transporte de huesos siguió su ritual: al anochecer las carrozas fúnebres partían del cementerio al osario, acompañados por curas en una procesión litúrgica.
Entre 1792 y 1814 se trasladaron 16 cementerios más de París, sobre todo los pertenecientes a las iglesias. Además, al derribar unos edificios encontraron una enorme fosa común proveniente del hospital de la Trinidad, demolido unos años antes, por lo que también fueron trasladados al osario en agosto de 1813.
Se interrumpieron los traslados durante la Restauración, pero se reanudan en la década de 1840. El osario se amplía en 1859 y desde entonces los restos de 26 cementerios de la ciudad y cientos de fosas pertenecientes a monasterios, iglesias y conventos descansan en el “cielo de paz” que son las catacumbas de París.
Las primeras osamentas son colocadas sin orden alguno, pero en 1810, Héricart de Thury, inspector de Canteras, decide darle cierto orden. Desde ese momento se convierte en un monumento macabro y un lugar de renombre a visitar entre los decimonónicos del lugar. Como a principios del siglo XIX los lugares de enterramiento empiezan a escasear, se crean los nuevos cementerios, a las afueras de la ciudad, de Passy, Montparnasse, Montmartre y Père Lachaise.
La entrada al osario está a casi 15 metros bajo el suelo, lugar al que llegas después de 131 escalones de bajada y atravesar largos y varios pasillos de las canteras hasta llegar a la entrada (actual) del osario propiamente dicha.
¡Alto! Esto es el imperio de la muerte nos da el primer aviso como visitantes del lugar donde nos encontramos. “Memorice Majorum” (En memoria de los ancestros) reza sobre el siguiente dintel. En el otro lado del umbral “Quocumque ingrederis. Sequitur mars, corporis umbra” (No importa lo que hagas, la muerte te seguirá a cada paso).
Un camino, flanqueado por tibias, fémures y calaveras bien dispuestas nos acompañarán durante todo el recorrido. El trabajo es impresionante ya que parece encajar todo como piezas de puzzle; detrás de estos primeros huesos ordenados, se encuentran los restos de los esqueletos que no son tan “lustrosos”: huesos pequeños, costillas, vértebras, etc.
Con las calaveras a veces se vuelven más creativos, creando cruces, algún monumento conmemorativo… y un corazón.
La fuente de samaritano, llamada así por su forma, fue creada por Hericart de Thury en 1810. Asemeja una vasija que recoge el agua que se filtra de la tierra. También fue llamada “Manantial de Lethe” o el “Manantial del olvido”, pero estos nombres cayeron en desuso.
En 1813 cuatro peces de colores se introdujeron en la fuente para estudiar su comportamiento y adaptación en un medio subterráneo: no se reprodujeron y se quedaron ciegos. La fuente se utilizó varias veces más para probar experimentos científicos con animes acuáticos.
Antes de llegar a la siguiente galería pasamos por lo que fue un pequeño gabinete de curiosidades: Thury siguiendo la idea de Augustine Thouret, médico, colocó en esta parte del osario los huesos que sufrieran alguna patología: huesos con fracturas, cortes, necrosis, callosidades, soldaduras naturales y cráneos que llamasen su atención por el tamaño, forma o protuberancias. Por desgracia, en 1908 esta parte de la galería se destrozó completamente después de colapsar el techo de la cantera y casi todas las muestras tal y como estaban clasificadas se perdieron.
A lo largo de todo el recorrido encontramos lápidas con citas de personajes de diferentes épocas relacionadas con la muerte. La muerte y la poesía están unidas. La galería Le Mierre, llamada así en honor del poeta francés, está flanqueada por dos de sus citas esculpidas en la piedra.
Thury también quiso rendir homenaje a las personas que fallecieron durante la Revolución Francesa construyendo un monumento conmemorativo en forma de tumbas antiguas.
Así hizo también con los fallecidos en las revueltas de Comuneros de 1871: está junto a los huesos de la iglesia de Saint-Laurent y en él se han sustituido dos palabras: “ossemens” sustituye a “tombe” y “déposés” tapa la polémica “violés por les fédéres”
Las catacumbas y la Revolución Francesa
Damos un paso atrás en el tiempo para recordar tres hechos sucedidos en el osario durante la Revolución Francesa.
El 28 y 29 de agosto de 1788, unos combates violentos en la Place de Grève provocan varios muertos: estos fueron enterrados directamente en el osario, siendo la primera vez que entraban cadáveres y no huesos.
El 28 de abril de 1789 varios trabajadores se rebelaron contra su patrón después de decir estq eu con quince peniques al día un obrero podía subsistir. Murieron 5 empleados; sus cadáveres fueron expuestos en las catacumbas para que sus familias los reconocieran y, después, fueron disueltos en cal viva y enterrados allí mismo.
El 10 de agosto de 1792 cerca de 2000 personas fueron asesinadas en una batalla cerca de las Tullerías, No todos los que allí perecieron tuvieron el honor de acabar en el osario: gran parte de ellos fueron arrojados y abandonados en una colina en Montmartre.
La tumba de Dame Legros
Tras el cierre de los cementerios parisinos en los que se encontraban estos huesos, muchas lápidas y monumentos funerarios acabaron en el patio de la casa de Tombe- Issore, por donde se entraba a la cantera, Esta lápida de Dame Legros fue la única que se incluyó en el osario.
En memoria de Françoise Gellain, Dame Legros, premiada por la Academia Francesa en 1784, fallecida el 12 de Diciembre de 1821, 73 años
La cripta de la Pasión de Cristo (antes conocida como la Rotonda de las Tibias) nos recibe con la cita del evangelio según San Juan “Consummatum est” (“Todo está consumado”) aunque lo más llamativo de esta sala es el barril, un pilar de acero alrededor del cual se fueron colocando huesos que lo acabaron convirtiendo en una cuba gigante.
En esta cripta, además, se organizó un concierto clandestino el 2 de abril de 1897
La visita a las catacumbas de París acaba en la sala en la que se encuentra la columna de las noches Clementinas, llamada así porque en ella está inscrito el poema de Giorgio Puertola dedicado a la muerte del papa Clemente XIV, “Notti Clementine”
A la salida, que en su momento fue la entrada (la visita se hace al revés cronológicamente) volvemos a encontrarnos ese “Memorice Majorum” que nos recuerda de dónde venimos y lo que seremos.
A la salida, que en su momento fue la entrada (la visita se hace al revés cronológicamente) volvemos a encontrarnos ese “Memorie Majorum” que nos recuerda de dónde venimos y lo que seremos.