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El cementerio de La Hiruela se encuentra a las afueras del pueblo, en zona alta y ventilada. No hay datos de la construcción del recinto, pero por sus sepulturas más antiguas hablamos de un cementero de principios del siglo XX. 

Está delimitado por un muro de piedra, de media altura; aún conserva la puerta original de acceso, aunque permanece siempre cerrada.

Después de varios años en completo abandono, el cementerio de la Hiruela sufrió una remodelación que, al menos, dejó intactas las sepulturas más antiguas, la mayoría de ellas conformadas por una cruz de hierro o de mármol sobre un túmulo de tierra, no había espacio en el cementerio desde sus inicios para colocar grandes lápidas. Es un pequeño recinto con muro bajo, suelo agreste, sin ningún árbol en su interior pero rodeado del paisaje de la serranía madrileña. 

En 2015 y 2019  se realizó la ampliación sin ningún tipo de criterio ni buscando la continuidad del cementerio ya existente. En un alarde de «modernidad» ampliaron el cementerio en hierro oxidado. O hierro normal que se ha ido oxidando durante el tiempo. Como muestra es muy original porque no existe en España otro cementerio así, pero visual y artísticamente difiere mucho del concepto de cementerio. En esta nueva ampliación las sepulturas son para 4 cuerpos y están cubiertas por una estructura de hierro sobre la que se pone la lápida de recuerdo, normalmente en piedra. Las paredes también están forradas del mismo material del que están hechas las sepulturas, por lo que en verano puedes salir de allí con quemaduras de segundo grado del calor que coge el material escogido para la ampliación. 

La entrada de esta ampliación, también muy «moderna» da la impresión de que estás entrando a un establo en vez de a un cementerio. Menos mal, repito, que no les dio por ponerse creativos con la parte antigua y han conservado la memoria del lugar.