Cementerio de Santa Olalla

A extramuros de la población, tal y como ordenaba la Cédula Real de Carlos III, encontramos el cementerio de Santa Olalla. De amplio solar cuadrangular, cercado por un inmaculado muro que contrasta con los tonos ocres de sus campos aledaños.
Nos acercamos hasta su fachada principal para observar que entre dos pilares rematados en pináculos, se encuentra su sencillo portón que nos da acceso al interior del recinto. En uno de sus lados, y de manera discreta se encuentra el nombre del cementerio y el año de su apertura: 1924.
Un camino bien pavimentado nos guía hacia el interior, a la vez que va dividiendo el cementerio de Santa Olalla en secciones más pequeñas. Aquí se van distribuyendo los enterramientos en tierra, sus elementos de ornato van variando según la fecha en que fueron realizadas. Los detalles de forja se contemplan en muchos de ellos, cruces o sencillas cadenas que rodean con mimo la pesada losa.
Una serie de colores neutros se van dibujando por todo el recinto, lápidas de piedra grisácea, inmaculado mármol o los variados colores del granito hacen que cada sepultura tenga su historia, al menos la historia de quien mora allí. Sobre ellas, se yerguen cruces latinas e imágenes religiosas, todas ellas salpicadas de pequeñas gotas de color que aportan los arreglos florales.

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