El cementerio de Peñafiel se encuentra a la entrada del pueblo, bajo la mirada del castillo que preside todo el pueblo. Ubicado en esta posición desde sus inicios, a lo largo de su planta irregular (delimitada por la montaña y la ahora carretera, en su momento camino) podemos ver, en su muro, las ampliaciones que se han ido realizando. En la primera parte del cementerio, la más cercana a la puerta de entrada principal, el muro está construido en piedra irregular y es de tamaño medio, las sepulturas son visibles desde fuera. Según avanza la construcción, además de la necesidad de una segunda puerta de acceso desde la carretera, el muro ha ido elevando su altura y la piedra natural ha sido sustituida por bloques de corte más industrial.

La entrada principal es pequeña, de verja, y nos invita a pasear por este cementerio una larga avenida flanqueada por cipreses centenarios (aunque en 2019 causaron baja por una fuerte tormenta varios árboles importantes de la localidad, entre ellos el ciprés de la puerta del cementerio.

En la primera parte del cementerio de Peñafiel, a ambos lados de esta avenida, encontramos las primeras sepulturas y la parte del cementerio más antigua. En este caso si que es un auténtico paseo por el tiempo al avanzar por el cementerio y descubrir los diferentes tipos de sepulturas evolucionando a lo largo de los años, aunque tanto ellas como sus habitantes permanezcan inmóviles; un fiel reflejo de la historia contada en este museo al aire libre. Ángeles de piedra, grabados, coronas de flores y diferentes símbolos reconocibles por los amantes del arte funerario nos llevan por el camino de cipreses a una parte de la historia de la necrópolis más actual, reflejada en los cambios de mitad del siglo XX, donde el recuerdo a los difuntos ya no “está de moda” y las lápidas se vuelven más sobrias y el brillo del mármol y el granito sustituye a esos ángeles de piedra.