Las primeras mejoras urbanas que modernizan Almassora llegan con el derribo de las murallas y la desaparición del último portal hacia 1870. En 1808 se traslada el cementerio fuera de las murallas, a la actual calle Sagrario. Hacia final del siglo XIX este cementerio se clausura para dar paso a otro, mucho más acorde a las características de la nueva ciudad. Por esta razón, una de las actuaciones que mayor repercusión tuvo en el nuevo ensanche de la ciudad fue la construcción del cementerio municipal en la partida del Pla del Calvari, a medio kilómetro al norte del límite urbanizado en aquel momento. Y es que el cementerio de Almazora está situado a poca distancia de la ciudad. Remodelado en los años ochenta del siglo XX, la parte antigua fue diseñada por el arquitecto Francisco Tomás y Traver e inaugurado en 1892. Este cementerio marca desde el antiguo calvario, donde está el actual mercado, un eje de crecimiento urbano durante todo el siglo XX.
Poco después se empezó con la fachada del nuevo cementerio con el depósito de cadáveres y sala de autopsias, así como la capilla, que son de 1906, diseñados y construidos también por el arquitecto Francisco Tomás Traver.
Se trata de una calle principal que crea en el centro una plazoleta donde se concentra el mayor número de panteones, para finalizar la misma con la capilla del camposanto. La capilla, sencilla en su diseño también fue ejecutada por Tomás Traver. Se trata de un edificio de una sola nave, de planta basilical rectangular, con contra fuertes al exterior, cubierta con bóveda de cañón, dividida con arcos de medio punto. Todo ello de un estilo neoclásico que el arquitecto asimila al ámbito funerario. El mismo arquitecto es el responsable del magnífico ejemplo de arquitectura neogótica, sin igual en toda la provincia, que es el panteón de los Serra Ballester ejecutado en 1903.

Texto y fotografías cedidas por: Helena Román ( Historiadora del arte)

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