Cementerio de Algeciras
Información
Dirección: Carretera del Cementerio, s/n.
Horario: De 9:00 a 18:00 horas.
Tfno (cementerio): 956 646 990.
Coordenadas Google Maps: 36.144676, -5.44782
Cementerio de Algeciras
El cementerio de Algeciras está situado al noreste de la ciudad, en la carretera costera a “El Rinconcillo” frente a la barriada de San José Artesano, junto a lo que se llamó “el polvorín” o “Torre del Almirante”, utilizado por los vigías. De planta rectangular, las pandas de nichos, además de adosarse al muro de cerramiento (tapia alta) del que, en ocasiones, sobresalen, conforman diferentes patios, de traza aproximadamente cuadrada en las zonas más antiguas y calles de enterramiento en las ampliaciones más recientes. El acceso se realiza por un pórtico plano con un solo vano de medio punto que cierra una cancela. Un cuerpo de edificación formado por el depósito y la capilla se encuentra en el centro del primer patio. Resultan interesantes la ordenación primitiva, que corresponde al primer patio, algunos mausoleos y el lapidario. Adosados al cementerio se encuentran unos terrenos para cementerio musulmán. La implantación data de 1848, a expensas del pueblo, siendo alcalde D. Antonio Blanco y Francos. En 1862 se trasladaron los restos del antiguo cementerio. Los terrenos no se sabe si fueron adquiridos o donados por la familia de marinos Cervera. Desde 1885 hay libros de registro. Existen recintos propios para las órdenes religiosas: Adoratrices, Monjas del Asilo, del Hospital Militar etc..
Este cementerio fue inaugurado el 22 de Septiembre de 1849. En 1891, el Ayuntamiento adquirió unos terrenos anexos, que destinó a cementerio de disidentes; en 1944 se segregó la mitad de este y aislado del civil y en comunicación con el católico se destinó a enterramientos de caídos de la Guerra Civil Española entre 1936 a 1939. Los restos que quedaron en el antiguo cementerio, fueron exhumados en 1863 y trasladados, depositándolos en una gran fosa, detrás de la Capilla, bajo un monolito.
Entre los más ilustres se encuentran el sepulcro de la familia Santacana, o el del pintor Ramón Puyol, en cuyo epitafio puede leerse una larga sucesión de poesías, de donde se sacan fragmentos como “la muerte no existe… es sólo el último peldaño de la escalera de la vida”, o “yo, personalmente, he resucitado y, paradójicamente, frente al cementerio”.
De gran belleza y poesía es también el epitafio de Antonio Sánchez Pecino, padre de Paco de Lucía, en cuyo sepulcro puede leerse “también nos condena a muerte, cuando Dios nos da la vida”, letra de un fandango que el propio Antonio Sánchez escribió y que se elevó en la sublime voz de Camarón de la Isla.
Otras leyendas pueden leerse en lápidas de personas más anónimas, que quisieron dejar testimonio inmortal de sus vivencias. Así sucede en una lápida con el siguiente epitafio: “rememorando que en mi juventud de mi existencia, como el tiempo pasó por mi en la vida y dejando mi alma entristecida, no aprendí de las artes ni la ciencia, qué importa que me abrume la conciencia y delire mi mente de amargura, si el mal, cuando ya es viejo no se cura aunque quiera tratarse con violencia. Jóvenes que encauzáis nuestro destino, no usar de la soberbia en los reveses, pues desengaños cogeréis con creces y abrojos sólo habrá en vuestro camino. Cumplid nuestros quehaceres con paciencia y atended con prudencia el buen consejo”.
En otros casos, también se encuentran en el cementerio de Algeciras epitafios literarios como “quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto”; o católicos, como “al fin de la vida se recoge el fruto de las buenas obras”.
Lo mismo sucede con las dedicatorias de los seres queridos a sus difuntos, una recopilación de deseos y sentimientos de todo tipo. Incluso, con reminiscencias directas a acontecimientos históricos, como sucede con el monumento a los caídos del bando nacional y el más reciente a los republicanos algecireños represaliados durante la Guerra Civil.
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