El cementerio parroquial de Brea de Tajo se encuentra en una zona alta y ventilada según mandaban las leyes del siglo XIX que le proporciona unas bonitas vistas exteriores. 

El cementerio actualmente está clausurado, ya no se hacen enterramientos allí desde que existe el cementerio municipal, pero es una buena muestra del arte funerario de los pueblos de Madrid, donde las cruces forjadas de hierro cobran su protagonismo. 

El cementerio está protegido por un muro de hormigón en bastante mal estado; el escalón de la puerta de entrada es una lápida reutilizada. En su interior nos encontramos un cementerio completamente agreste, con las tumbas diseminadas. En el centro hay un árbol bajo el cual está la lápida más  antigua, de 1902, perteneciente a Doña Bernarda Yzquierdo, quien probablemente cedió el terreno para que se construyera el cementerio, una de las prácticas habituales de la época. 

Madoz cita este cementerio en su obra, por lo que en realidad tuvo que existir desde principios del siglo XIX, pero no queda ningún recuerdo. Fue clausurado en los años 60 del siglo XX por la construcción del municipal. 

El cementerio en general se encuentra en mal estado y casi abandonado; a la izquierda encontramos tumbas diseminadas bajo un hermoso almendro; en la mayoría de ellas se han perdido all inscripciones, pero por la decoración de las cruces, a las que acompañan querubines, nos hace pensar que era la zona de párvulos, que en primavera queda decorada natrulamnete por las flores del almendro. 

Destacan principalmente las sepulturas formadas por túmulos de tierra con una cruz al frente, tipo de enterramiento habitual en las pequeñas poblaciones por falta de espacio, siendo esta variedad de cruces, algunas de ellas conservadas en la misma pared del cementerio, el elemento funerario más interesante de este cementerio.