El cementerio municipal de Zamora está consagrado a San Atilano, patrón de la ciudad. De hecho, es en donde estaba la antigua ermita (cuya fachada ahora pertenece al cementerio) y que fue construida en 1740. Esta ermita fue utilizada como polvorín durante la guerra de Portugal en 1801, y  la invasión francesa más tarde convirtió la ermita en un lugar ruinoso y abandonado. En 1817 la ermita fue recuperada por el Ayuntamiento después de varios capítulos de subastas y expropiaciones. Entonces se decidió que la ermita se restauraría y se convertiría en monumento histórico, a la vez de reconvertirla en cementerio extramuros para cumplir los reales decretos. En 1834 se acabó de construir el cementerio, coincidiendo con una epidemia de cólera de la ciudad.

Es un cementerio muy amplio lleno de historia. De las tumbas fundacionales no encontramos restos, pero la más antigua es un nicho que está encastrado en la zona del muro de la puerta principal y data de 1889. De planta rectangular, el cementerio tiene varios mapas distribuidos por él para saber en cada momento dónde te encuentras, ya que como hemos dicho es bastante amplio. Enormes cipreses centenarios acompañan durante todo el recorrido, también dignos de admirar. Incluso forman parte de las tumbas: En el tronco de un ciprés seco, se talló un ángel de más de tres metros en cuyo hueco hay una pequeña capilla (podéis ver las fotos en la galería). Además, este cementerio de San Atilano tiene varios mausoleos destacables, una reproducción de la característica catedral de Zamora y otro con motivos egipcios, por ejemplo. Recomendamos un amplio paseo para descubrir las maravillas que encierra este cementerio lleno de historia.

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