Bastante integrado en la población debido al crecimiento de ésta se encuentra en cementerio de Cáceres que tiene por nombre Nuestra Señora Virgen de la Montaña.
Al igual que otros muchos el cementerio de Cáceres abrió sus puertas por primera vez en 1844 tras la prohibición que instaba a no enterrar a los fallecidos junto a las parroquias por razones higiénico-sanitarias.
Los primeros moradores fueron los restos de Don Juan Durán de Figueroa y Doña Isabel Baca, fundadores del convento de la Concepción. Los restos fueron enterrados siendo la tumba fundacional del cementerio.
Paseando por el interior del recinto se puede apreciar claramente las diferencias sociales que han sido patentes a lo largo de toda la historia. Antiguamente la nobleza era enterrada en panteones al igual que las familias más pudientes; escudos heráldicos, símbolos funerarios como antorchas y calaveras, arquitectura con una clara inspiración en Gaudí.
El resto de las sepulturas son sencillas y presentan sobre las lápidas declaraciones de amor, poemas, advertencias de donde acabaremos todos, epitafios con oraciones, todas ellas grabadas en granito, mármol o pizarra está última muy utilizada a finales del siglo XIX.
También se aprecia tumbas realmente humildes, pertenecen a los más pobres, enterrados bajo tierra el único signo de que moran allí son los pequeños montículos que se van distribuyendo de manera alineada.
Especial es el área que denominan “el limbo” aquí descansan los bebés recién nacidos y que no llegaron a sobrevivir más de un día.
También los profesionales liberales se encuentran descansando aquí: empresarios, comerciantes, abogados, escritores, políticos, militares o religiosos los cuales disponen de algunos espacios reservados para sus enterramientos.

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